- ¿Recuerdas lo que tendrás que hacer mañana? - pregunta Hernán a Katia, quien deja de mirar por la ventanilla del avión para prestar atención a su socio y amante.- Quiero que todo salga a la perfección, como está planeado, sin errores.
- Y así será, cariño. Gracias a ti y a tus contactos, hoy soy la mujer rica y poderosa que soy - confiesa Katia volviendo a mirar a la ventanilla.- Me encantará ayudarte en esto.
- No imaginaba que fueras así... - dice Hernán titubeando.
- ¿Así? ¿Cómo? - pregunta Katia confundida y volviendo sus ojos a él.
- Tan perversa - responde Hernán con una pérfida y aterradora sonrisa. Katia se la devuelve.- Parece que todos estos años a mi lado han servido de algo además de convertirte en una millonaria.
- No te confundas, querido, yo soy perversa desde el mismo día en que nací, sólo que necesitaba a alguien tan perverso como yo para hacer perversidades - contesta Katia replicando a Hernán.- Y entonces llegaste tú y encontré la horma de mi zapato.
- ¿Eres consciente de lo que voy a hacer? - pregunta Hernán para asegurarse de que tendrá su colaboración.- Quizás por lo que sientes por mí...
- Querido, yo no estoy enamorada de ti, sólo hacemos negocios, compartimos casa, follamos... Somos como algo así entre socios, amantes y cómplices - el gélido tono de voz con el que Katia habla podría erizar el vello de cualquier persona. Su maldad y su belleza siempre han sido y siguen siendo letales.- Mañana nos lo vamos a pasar muy bien, vamos a seguir lo planeado y después lo celebraremos en grande.
El viaje continuó sin problema alguno a medida que la noche caía en Valencia. Saúl está tumbado en el sofá y Jorge sobre él. Mientras, Micaela prepara la cena. Hoy era un buen día para ella, estaba radiante y feliz desde que despertó, era uno de esos días en los que se mira alrededor, aprecias lo que tienes a tu lado y te sientes dichosa por ello. Y no sólo eso, sino que se le había presentado una oportunidad que estaba dispuesta a aprovechar.
- Cielo, ¿necesitas que te ayude? - pregunta Saúl desde el comedor. Jorge, enseguida, cierra los ojos para librarse de poner la mesa. Saúl se da cuenta y ríe.- Jorge se ha dejado dormir, así que nos comeremos la lasaña entre los dos.
- ¡De eso nada! - exclama Jorge levantándose de un salto.- Voy a poner la mesa.
- ¿Qué voy a hacer contigo? Anda, ven aquí - le ordena Micaela entre risas.- No te preocupes, mi vida, entre Jorge y yo ya lo arreglamos todo.
- No me dejas hacer nada nunca... - se queja Saúl.
- Porque tú ya haces bastante al traer el dinero a casa, mi amor, aunque eso cambiará muy pronto - dice Micaela con tono sugerente.- Esta tarde me llamaron para la entrevista.
- ¿En serio? ¡Eso es una excelente noticia! - Saúl se levanta del sofá y va hasta la cocina.- ¿A qué hora es?
- A las siete y media de la tarde. Es una hora un tanto extraña, pero bueno, cada empresa es un mundo.
- Vas a convertirte en la mejor periodista del mundo entero - vaticina Saúl agarrando a su esposa por detrás y besándola en el cuello mientras Jorge pone los vasos en la mesa
- ¡Qué exagerado! Yo me conformo con ser la mejor esposa y la mejor madre.
- Y lo eres, date por satisfecha porque no me imagino ninguna otra mujer más perfecta en mi vida que no seas tú - asegura Saúl sin dejar de besar su cuello.
- Yo estoy lejos de ser perfecta - Micaela huele el cabello de su esposo mientras este la besa.- Me encanta como hueles... No por tu colonia sino por el olor de tu cuerpo, de tu piel... Aún me sigue dando escalofríos.
- Me encanta saber que sigo teniendo el mismo efecto en ti que hace doce años.
- Y siempre lo tendrás - te Micaela dándose la vuelta y besándolo en los labios.- Vamos a cenar, que tenemos toda la noche para escalofríos.
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Al día siguiente, Micaela, muy segura de sí misma, se prepara para la entrevista justo después de merendar. Elige la ropa ideal, equilibrada, ni casual ni demasiado formal, un término medio que, junto con sus ojos y sus labios pintados de rojo, hacen que deslumbre. Coge su currículum recién imprimido mientras piensa que siempre lo deja todo a última hora y se cuelga el bolso del brazo. Antes de irse, se acerca a Jorge y le da un beso en la cabeza después de despeinarlo.
- Papá no tardará mucho en llegar del restaurante y yo estaré aquí en un par de horas o menos - le informa Micaela al niño, que está en una mecedora jugando con una videoconsola.- Termina los deberes, anda.
- No te preocupes, mami, en cuanto acabe esta partida, me pongo - garantiza Jorge sonriendo de forma divertida sin apartar sus ojos de la pantalla de su consola.- Siempre hago los deberes, vete tranquila.
- Lo sé, eres mi pequeño hombrecito. ¡Deséame suerte!
Micaela sale cerrando la puerta de la casa tras de sí y comienza a caminar hasta llegar al taxi que la esperaba sin percatarse del coche negro sin matrícula parado frente a su casa, dentro del cual, un hombre esperaba tranquilamente fumándose un cigarro a que el taxi desapareciese. Cuando ya deja de verlo desde el retrovisor, coge un teléfono móvil que estaba en el asiento del copiloto y marca un número de teléfono.
- ¿Diga? - la vocecita de Jorge responde al otro lado de la línea.
- Jorge, soy Nicolás, trabajo en el restaurante de tu padre y me ha dicho que te llame porque está muy ocupado - miente el tenebroso joven de intensos y profundos ojos azules.- Necesita que le hagas un favor.
- Sí, dime - responde Jorge sin soltar la videoconsola. El hombre sale del coche y, asegurándose que el niño no está en ninguna ventana, rodea la casa hasta llegar a la parte trasera.
- Dice que vayas al jardín de detrás y ahora te sigo dando instrucciones... - se denotaba un halo de misterio en el tan enigmático sujeto.
Jorge, sin más remedio, suelta la consola, poniéndola en la mesa, y se pone las zapatillas. Sin despegar el móvil de la oreja, coge las llaves y sale.
- Mi padre nunca me ha hablado de ti, creo recordar - dijo Jorge caminando hacia la zona posterior.
- Es que soy nuevo, será por eso, supongo - inventa el hombre, que sujetando el móvil entre su cabeza y su hombro, saca un paño, una pequeña botellita y moja el paño con el líquido rosado que hay dentro de ella, esperándolo en esquina. Justo cuando Jorge llega al lugar que le encargó, lo atrae hacía sí apretándolo con fuerza por el estómago y colocando el paño sobre la nariz y la boca del niño, que, aunque en un principio opone resistencia, acaba dormido a consecuencia del cloroformo. Coge el móvil de Jorge, lo guarda en el bolsillo y coge a Jorge en brazos. Con cuidado, garantizándose de que había alguien fuera de sus casas o pasaba algún vehículo, corre hasta su coche llevándose a Jorge con él.
Sin imaginarse nada, Micaela llega al periódico cuyo edificio se resalta por tener arriba del todo un rótulo enorme con "Valdés y Bravo" escrito. Ilusionada y dispuesta a dar lo mejor de sí, llega a la planta que le dijeron que debía ir. El ambiente le parece fascinante. Muchos años después de terminar su carrera, se le presentaba la oportunidad de su vida, la oportunidad de disfrutar del trabajo que tanto amaba. Ensimismada en sus pensamientos, es interrumpida cuando una secretaria le hace una señal con la mano.
- ¿Es usted Micaela Rojas? - pregunta la secretaria, que interrumpió su manicura para cumplir su cometido.
- Sí, vengo por la entrevista de trabajo. ¿Fue usted quién me llamó?
- Sí, soy Gala Aguilar - Gala, sin levantarse de la silla, le ofrece su mano a Micaela, que, reticente, se la da.- Ahora mismo mi jefe está reunido porque ha habido un problema con el artículo de portada de mañana, así que tendrá que esperar a que me avise y entonces le doy permiso para entrar. Siéntese mejor.
- No hay problema. Muchas gracias - Micaela se sienta frente a la secretaria, agradeciéndole irónicamente su desagradable atención.
Gala alcanzó su móvil, que estaba en el hueco que había entra los cajones y la mesa, y escribió un mensaje: "Ya está aquí."
- Las gracias te las debería dar yo a ti por el dinero que voy a ganar por esto - dice Gala entre dientes para sí misma y con una expresión triunfal en su rostro.
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Como todos los días de diario, Saúl llega a casa mucho más temprano que los viernes y los sábados. Mientras mete el coche en el garaje, mira a la ventana del comedor y se percata de que la luz está encendida. Sonríe pensando que Jorge está esperándolo y deseando recibir el usual abrazo que le da su hijo cada día cuando entra en casa después de llegar del restaurante. Una vez que cierra la puerta del garaje, va hacia la puerta, pero la voz de una mujer lo detiene justo antes de introducir la llave en la cerradura.
- Perdone, ¿tiene un minuto? - ahí está, frente a Saúl, la vil Katia.- Es que estamos entrevistando a los vecinos de la zona sobre cómo es el día a día en las zonas residenciales valencianas para una encuesta, no sé si podría ayudarnos.
- Lo siento mucho, señorita, de verdad, pero acabo de llegar de trabajar y estoy muy cansado. Además, está mi hijo ahí adentro y es muy revoltoso, no la dejaría ni hablar - ríe Saúl, tranquilo ante la amable y fingida simpatía de Katia. En ese momento, su móvil comienza a vibrar. Lo mira y ve un mensaje del móvil de Jorge: "Papá, he salido un momento a acompañar a un amigo a comprar un videojuego con su madre. Llegaré temprano".- Bueno, no, no está en casa...
- ¿Disculpe?
- No, no, estaba hablando solo. ¿Será rápido? - pregunta Saúl apuntándola con el dedo.
- Se lo prometo, serán poco más de cinco minutos - afirma Katia.
Saúl desiste y abre la puerta de la casa. Katia, sintiéndose victoriosa, sigue a Saúl hasta el interior, no sin antes mirar atrás y guiñarle el ojo a Hernán, que, con unas gafas de sol y un sombrero, esperaba ansioso en el solar de una casa en venta situada a la izquierda del otro lado de la acera del hogar de la familia Sánchez.
Los minutos pasan y Micaela sigue sentada frente a la coqueta Gala, que después de completar su manicura, aprovechaba el espejo de mano que siempre llevaba en el bolso para depilarse las cejas. Micaela, desesperada, movía la pierna izquierda, que estaba debajo de la derecha, moviendo así las dos. Gala, de vez en cuando, la miraba de reojo, histérica por el ruido que hacía al moverse.
- ¿Falta mucho para que su jefe termine la reunión? Es que no puedo llegar tan tarde a casa - explica Micaela a la secretaria, que hacía caso omiso de sus palabras.- ¡Señorita!
- No, no creo que tarde mucho. ¿Y podría hacer el favor de dejar de mover las piernas? Es que me está poniendo algo nerviosa, ¿sabe? - el gesto burlón de Gala hizo sentirse aún más cohibida a Micaela, cuya rabia ante la estupidez de la chica crecía por momentos.
- Antes de empezar, ¿podría hacerme un favor? Sé que puede sonar un poco descarado, pero llevo desde esta mañana de casa en casa y nada más que me he comido un croissant y he bebido una botella pequeña de agua en todo el día y necesito un café para devolverle un poco de energía a mi cuerpo. Por cierto, me llamo
Katia - se acerca a Saúl para darle dos besos pero este únicamente le ofrece su mano.
- Yo me llamo Saúl y le pongo un café ahora mismo - Katia, avergonzada, le estrecha su mano.- Lo siento, llámeme exagerado, pero estoy casado y respeto al máximo a mi esposa. Puede acompañarme a la cocina y comenzar la entrevista mientras le preparo el café.
- Está bien, pero una cosa... Me sentiría horrible si yo estuviera bebiendo un café en su casa y usted ahí, mirándome. Sólo acepto el café con la condición de que usted se tome otro - asegura Katia apoyando su mano en la encimera de la cocina.
- No pasa nada, yo me sirvo otro café y problema solucionado - dice Saúl antes de soltar una carcajada.
Mientras Saúl prepara dos cafés, le habla a Katia de su trabajo, del restaurante, de Micaela y de Jorge. Katia escucha atentamente, fingiendo no saber nada de lo que el hombre le está contando. Una vez que están los cafés preparados, coge las dos tazas y el azucarero y va al comedor, acompañado por detrás por Katia.
- Bueno, yo creo que después de hablarle de mi vida personal sin darme cuenta mientras estaba distraído haciendo el café, es hora de que empecemos con la entrevista - dice Saúl riendo y haciendo reír a Katia.
- Claro, vamos a empezar - Katia coge su taza de café, y mientras le da el primer sorbo, deja caer el contenido en su ropa.- ¡Dios, soy idiota!
- ¿Quema mucho? - pregunta Saúl preocupado.
- Un poco... - responde Katia simulando estar retraída.
- Voy a buscar un trapo y le voy a preparar otro café. Espere un momento.
Es el momento que estaba esperando y que había ideado. Una vez que Saúl entró en la cocina, vertió el contenido de un pequeño tubo alargado de plástico que escondía en su bolso en el café del esposo de Micaela.
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Micaela baja del taxi mientras habla por su teléfono móvil. Está realmente molesta y enfadada. Ni siquiera se despide del taxista cuando este le cobra, sintiéndose mal al instante, ya que está acostumbrada a tratar a las personas con cortesía y cordialidad. Antes de seguir caminando hasta la casa, para al lado del buzón para terminar la conversación.
- Ya sé que no es culpa tuya, Carla, pero me ha parecido horrible que me hayan tenido tanto tiempo allí esperando para nada, para decirme que aplazan mi entrevista para mañana... No te preocupes, no hace falta, sólo quería contártelo... Vale, hablamos mañana, cuídate.
Cuelga el teléfono y continúa caminando. Está deseando atravesar la puerta de su casa y disfrutar de su familia, sin imaginar que aquella puerta esta vez la iba a llevar al infierno. Hay un silencio total, lo cual extraña a Micaela, que ha visto como las luces están encendidas. Al abrir la puerta, sigue sin escuchar absolutamente nada.
- ¿Hay alguien en casa? - pregunta con voz fuerte.
Cierra la puerta y se asusta al no escuchar respuesta alguna. Saúl ya debería estar en casa y Jorge tampoco le contesta. No quiere pensar que Saúl y Jorge han salido sin avisarla y dejando luces encendidas o que quieran darle un susto. Pero nada era comparable a lo que se encuentra al aparecer en el comedor... A partir del momento en que Micaela pone sus pies en el comedor de su casa hoy, comienza su peor infierno. Saúl estaba atado a una silla, con los ojos abiertos, sin pestañear y completamente inmóvil. Micaela, en shock, sigue parada frente a su esposo observándolo. Entonces, aparece Katia, saliendo de la cocina, en ropa interior y mordiendo una manzana.
- ¿Tú quién coño eres? - pregunta Micaela tartamudeando y asustada.
Y en este preciso instante, Hernán sale de su escondite para mostrarse ante Micaela después de doce años sin verse con la chica cara a cara. En la mano derecha de Hernán, había una pistola, en la izquierda, un puñal. Katia, sin responder a Micaela, se tira en el sofá, al lado de la silla donde está Saúl. Hernán, colocando el puñal en la garganta de Saúl, apunta con su pistola a Micaela.
- Cuánto tiempo sin verte, preciosa...