domingo, 15 de diciembre de 2013

Capítulo 11.

Doce horas han sido suficientes para que el alma de Hernán vuelva a envenenarse con su oscura obsesión por Micaela Rojas, obsesión que ha estado vigente en él desde que dejó de ver hace más de diez años a la chica como una niña y la empezó a ver como una mujer que tendría que ser suya obligatoriamente. Hace apenas unas dos horas, estaba en el aeropuerto con Katia esperando a su avión privado, que los llevaría directamente a Valencia. Estaba sumamente nervioso, aunque no era por la droga que llevaba encima sin que Katia supiese nada, ya que el material con el que fabricaban las joyas falsas era del grosor adecuado y tenían cierre de encastre, por lo que era imposible que el olor traspasara, era imposible que alguien lo descubriera. Además, Katia creía que eran joyas para regalarle a Carla después de más de una década sin verla. Su inquietud se debía a lo que estaba a punto de hacer... No podía soportar la idea de que Micaela estuviese con otro hombre, estaba tan rabioso que ideó el plan perfecto para desahogar su rabia y sus celos, ya todo estaba preparado para poner fin a la felicidad de Micaela porque, para él, Micaela sólo podía ser feliz a su lado, con nadie más.
- ¿Recuerdas lo que tendrás que hacer mañana? - pregunta Hernán a Katia, quien deja de mirar por la ventanilla del avión para prestar atención a su socio y amante.- Quiero que todo salga a la perfección, como está planeado, sin errores.
- Y así será, cariño. Gracias a ti y a tus contactos, hoy soy la mujer rica y poderosa que soy - confiesa Katia volviendo a mirar a la ventanilla.- Me encantará ayudarte en esto.
- No imaginaba que fueras así... - dice Hernán titubeando.
- ¿Así? ¿Cómo? - pregunta Katia confundida y volviendo sus ojos a él.
- Tan perversa - responde Hernán con una pérfida y aterradora sonrisa. Katia se la devuelve.- Parece que todos estos años a mi lado han servido de algo además de convertirte en una millonaria.
- No te confundas, querido, yo soy perversa desde el mismo día en que nací, sólo que necesitaba a alguien tan perverso como yo para hacer perversidades - contesta Katia replicando a Hernán.- Y entonces llegaste tú y encontré la horma de mi zapato.
- ¿Eres consciente de lo que voy a hacer? - pregunta Hernán para asegurarse de que tendrá su colaboración.- Quizás por lo que sientes por mí...
- Querido, yo no estoy enamorada de ti, sólo hacemos negocios, compartimos casa, follamos... Somos como algo así entre socios, amantes y cómplices - el gélido tono de voz con el que Katia habla podría erizar el vello de cualquier persona. Su maldad y su belleza siempre han sido y siguen siendo letales.- Mañana nos lo vamos a pasar muy bien, vamos a seguir lo planeado y después lo celebraremos en grande.

El viaje continuó sin problema alguno a medida que la noche caía en Valencia. Saúl está tumbado en el sofá y Jorge sobre él. Mientras, Micaela prepara la cena. Hoy era un buen día para ella, estaba radiante y feliz desde que despertó, era uno de esos días en los que se mira alrededor, aprecias lo que tienes a tu lado y te sientes dichosa por ello. Y no sólo eso, sino que se le había presentado una oportunidad que estaba dispuesta a aprovechar.
- Cielo, ¿necesitas que te ayude? - pregunta Saúl desde el comedor. Jorge, enseguida, cierra los ojos para librarse de poner la mesa. Saúl se da cuenta y ríe.- Jorge se ha dejado dormir, así que nos comeremos la lasaña entre los dos.
- ¡De eso nada! - exclama Jorge levantándose de un salto.- Voy a poner la mesa.
- ¿Qué voy a hacer contigo? Anda, ven aquí - le ordena Micaela entre risas.- No te preocupes, mi vida, entre Jorge y yo ya lo arreglamos todo.
- No me dejas hacer nada nunca... - se queja Saúl.
- Porque tú ya haces bastante al traer el dinero a casa, mi amor, aunque eso cambiará muy pronto - dice Micaela con tono sugerente.- Esta tarde me llamaron para la entrevista.
- ¿En serio? ¡Eso es una excelente noticia! - Saúl se levanta del sofá y va hasta la cocina.- ¿A qué hora es?
- A las siete y media de la tarde. Es una hora un tanto extraña, pero bueno, cada empresa es un mundo.
- Vas a convertirte en la mejor periodista del mundo entero - vaticina Saúl agarrando a su esposa por detrás y besándola en el cuello mientras Jorge pone los vasos en la mesa
- ¡Qué exagerado! Yo me conformo con ser la mejor esposa y la mejor madre.
- Y lo eres, date por satisfecha porque no me imagino ninguna otra mujer más perfecta en mi vida que no seas tú - asegura Saúl sin dejar de besar su cuello.
- Yo estoy lejos de ser perfecta - Micaela huele el cabello de su esposo mientras este la besa.- Me encanta como hueles... No por tu colonia sino por el olor de tu cuerpo, de tu piel... Aún me sigue dando escalofríos.
- Me encanta saber que sigo teniendo el mismo efecto en ti que hace doce años.
- Y siempre lo tendrás - te Micaela dándose la vuelta y besándolo en los labios.- Vamos a cenar, que tenemos toda la noche para escalofríos.

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Al día siguiente, Micaela, muy segura de sí misma, se prepara para la entrevista justo después de merendar. Elige la ropa ideal, equilibrada, ni casual ni demasiado formal, un término medio que, junto con sus ojos y sus labios pintados de rojo, hacen que deslumbre. Coge su currículum recién imprimido mientras piensa que siempre lo deja todo a última hora y se cuelga el bolso del brazo. Antes de irse, se acerca a Jorge y le da un beso en la cabeza después de despeinarlo.
- Papá no tardará mucho en llegar del restaurante y yo estaré aquí en un par de horas o menos - le informa Micaela al niño, que está en una mecedora jugando con una videoconsola.- Termina los deberes, anda.
- No te preocupes, mami, en cuanto acabe esta partida, me pongo - garantiza Jorge sonriendo de forma divertida sin apartar sus ojos de la pantalla de su consola.- Siempre hago los deberes, vete tranquila.
- Lo sé, eres mi pequeño hombrecito. ¡Deséame suerte!
Micaela sale cerrando la puerta de la casa tras de sí y comienza a caminar hasta llegar al taxi que la esperaba sin percatarse del coche negro sin matrícula parado frente a su casa, dentro del cual, un hombre esperaba tranquilamente fumándose un cigarro a que el taxi desapareciese. Cuando ya deja de verlo desde el retrovisor, coge un teléfono móvil que estaba en el asiento del copiloto y marca un número de teléfono.
- ¿Diga? - la vocecita de Jorge responde al otro lado de la línea.
- Jorge, soy Nicolás, trabajo en el restaurante de tu padre y me ha dicho que te llame porque está muy ocupado - miente el tenebroso joven de intensos y profundos ojos azules.- Necesita que le hagas un favor.
- Sí, dime - responde Jorge sin soltar la videoconsola. El hombre sale del coche y, asegurándose que el niño no está en ninguna ventana, rodea la casa hasta llegar a la parte trasera.
- Dice que vayas al jardín de detrás y ahora te sigo dando instrucciones... - se denotaba un halo de misterio en el tan enigmático sujeto.
Jorge, sin más remedio, suelta la consola, poniéndola en la mesa, y se pone las zapatillas. Sin despegar el móvil de la oreja, coge las llaves y sale. 
- Mi padre nunca me ha hablado de ti, creo recordar - dijo Jorge caminando hacia la zona posterior.
- Es que soy nuevo, será por eso, supongo - inventa el hombre, que sujetando el móvil entre su cabeza y su hombro, saca un paño, una pequeña botellita y moja el paño con el líquido rosado que hay dentro de ella, esperándolo en esquina. Justo cuando Jorge llega al lugar que le encargó, lo atrae hacía sí apretándolo con fuerza por el estómago y colocando el paño sobre la nariz y la boca del niño, que, aunque en un principio opone resistencia, acaba dormido a consecuencia del cloroformo. Coge el móvil de Jorge, lo guarda en el bolsillo y coge a Jorge en brazos. Con cuidado, garantizándose de que había alguien fuera de sus casas o pasaba algún vehículo, corre hasta su coche llevándose a Jorge con él.

Sin imaginarse nada, Micaela llega al periódico cuyo edificio se resalta por tener arriba del todo un rótulo enorme con "Valdés y Bravo" escrito. Ilusionada y dispuesta a dar lo mejor de sí, llega a la planta que le dijeron que debía ir. El ambiente le parece fascinante. Muchos años después de terminar su carrera, se le presentaba la oportunidad de su vida, la oportunidad de disfrutar del trabajo que tanto amaba. Ensimismada en sus pensamientos, es interrumpida cuando una secretaria le hace una señal con la mano.
- ¿Es usted Micaela Rojas? - pregunta la secretaria, que interrumpió su manicura para cumplir su cometido.
- Sí, vengo por la entrevista de trabajo. ¿Fue usted quién me llamó?
- Sí, soy Gala Aguilar - Gala, sin levantarse de la silla, le ofrece su mano a Micaela, que, reticente, se la da.- Ahora mismo mi jefe está reunido porque ha habido un problema con el artículo de portada de mañana, así que tendrá que esperar a que me avise y entonces le doy permiso para entrar. Siéntese mejor.
- No hay problema. Muchas gracias - Micaela se sienta frente a la secretaria, agradeciéndole irónicamente su desagradable atención.
Gala alcanzó su móvil, que estaba en el hueco que había entra los cajones y la mesa, y escribió un mensaje: "Ya está aquí." 
- Las gracias te las debería dar yo a ti por el dinero que voy a ganar por esto - dice Gala entre dientes para sí misma y con una expresión triunfal en su rostro.

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Como todos los días de diario, Saúl llega a casa mucho más temprano que los viernes y los sábados. Mientras mete el coche en el garaje, mira a la ventana del comedor y se percata de que la luz está encendida. Sonríe pensando que Jorge está esperándolo y deseando recibir el usual abrazo que le da su hijo cada día cuando entra en casa después de llegar del restaurante. Una vez que cierra la puerta del garaje, va hacia la puerta, pero la voz de una mujer lo detiene justo antes de introducir la llave en la cerradura.
- Perdone, ¿tiene un minuto? - ahí está, frente a Saúl, la vil Katia.- Es que estamos entrevistando a los vecinos de la zona sobre cómo es el día a día en las zonas residenciales valencianas para una encuesta, no sé si podría ayudarnos.
- Lo siento mucho, señorita, de verdad, pero acabo de llegar de trabajar y estoy muy cansado. Además, está mi hijo ahí adentro y es muy revoltoso, no la dejaría ni hablar - ríe Saúl, tranquilo ante la amable y fingida simpatía de Katia. En ese momento, su móvil comienza a vibrar. Lo mira y ve un mensaje del móvil de Jorge: "Papá, he salido un momento a acompañar a un amigo a comprar un videojuego con su madre. Llegaré temprano".- Bueno, no, no está en casa...
- ¿Disculpe?
- No, no, estaba hablando solo. ¿Será rápido? - pregunta Saúl apuntándola con el dedo.
- Se lo prometo, serán poco más de cinco minutos - afirma Katia.
Saúl desiste y abre la puerta de la casa. Katia, sintiéndose victoriosa, sigue a Saúl hasta el interior, no sin antes mirar atrás y guiñarle el ojo a Hernán, que, con unas gafas de sol y un sombrero, esperaba ansioso en el solar de una casa en venta situada a la izquierda del otro lado de la acera del hogar de la familia Sánchez. 

Los minutos pasan y Micaela sigue sentada frente a la coqueta Gala, que después de completar su manicura, aprovechaba el espejo de mano que siempre llevaba en el bolso para depilarse las cejas. Micaela, desesperada, movía la pierna izquierda, que estaba debajo de la derecha, moviendo así las dos. Gala, de vez en cuando, la miraba de reojo, histérica por el ruido que hacía al moverse.
- ¿Falta mucho para que su jefe termine la reunión? Es que no puedo llegar tan tarde a casa - explica Micaela a la secretaria, que hacía caso omiso de sus palabras.- ¡Señorita!
- No, no creo que tarde mucho. ¿Y podría hacer el favor de dejar de mover las piernas? Es que me está poniendo algo nerviosa, ¿sabe? - el gesto burlón de Gala hizo sentirse aún más cohibida a Micaela, cuya rabia ante la estupidez de la chica crecía por momentos.

- Antes de empezar, ¿podría hacerme un favor? Sé que puede sonar un poco descarado, pero llevo desde esta mañana de casa en casa y nada más que me he comido un croissant y he bebido una botella pequeña de agua en todo el día y necesito un café para devolverle un poco de energía a mi cuerpo. Por cierto, me llamo
Katia - se acerca a Saúl para darle dos besos pero este únicamente le ofrece su mano.
- Yo me llamo Saúl y le pongo un café ahora mismo - Katia, avergonzada, le estrecha su mano.- Lo siento, llámeme exagerado, pero estoy casado y respeto al máximo a mi esposa. Puede acompañarme a la cocina y comenzar la entrevista mientras le preparo el café.
- Está bien, pero una cosa... Me sentiría horrible si yo estuviera bebiendo un café en su casa y usted ahí, mirándome. Sólo acepto el café con la condición de que usted se tome otro - asegura Katia apoyando su mano en la encimera de la cocina.
- No pasa nada, yo me sirvo otro café y problema solucionado - dice Saúl antes de soltar una carcajada.
Mientras Saúl prepara dos cafés, le habla a Katia de su trabajo, del restaurante, de Micaela y de Jorge. Katia escucha atentamente, fingiendo no saber nada de lo que el hombre le está contando. Una vez que están los cafés preparados, coge las dos tazas y el azucarero y va al comedor, acompañado por detrás por Katia.
- Bueno, yo creo que después de hablarle de mi vida personal sin darme cuenta mientras estaba distraído haciendo el café, es hora de que empecemos con la entrevista - dice Saúl riendo y haciendo reír a Katia.
- Claro, vamos a empezar - Katia coge su taza de café, y mientras le da el primer sorbo, deja caer el contenido en su ropa.- ¡Dios, soy idiota!
- ¿Quema mucho? - pregunta Saúl preocupado.
- Un poco... - responde Katia simulando estar retraída.
- Voy a buscar un trapo y le voy a preparar otro café. Espere un momento.
Es el momento que estaba esperando y que había ideado. Una vez que Saúl entró en la cocina, vertió el contenido de un pequeño tubo alargado de plástico que escondía en su bolso en el café del esposo de Micaela.

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Micaela baja del taxi mientras habla por su teléfono móvil. Está realmente molesta y enfadada. Ni siquiera se despide del taxista cuando este le cobra, sintiéndose mal al instante, ya que está acostumbrada a tratar a las personas con cortesía y cordialidad. Antes de seguir caminando hasta la casa, para al lado del buzón para terminar la conversación.
- Ya sé que no es culpa tuya, Carla, pero me ha parecido horrible que me hayan tenido tanto tiempo allí esperando para nada, para decirme que aplazan mi entrevista para mañana... No te preocupes, no hace falta, sólo quería contártelo... Vale, hablamos mañana, cuídate.
Cuelga el teléfono y continúa caminando. Está deseando atravesar la puerta de su casa y disfrutar de su familia, sin imaginar que aquella puerta esta vez la iba a llevar al infierno. Hay un silencio total, lo cual extraña a Micaela, que ha visto como las luces están encendidas. Al abrir la puerta, sigue sin escuchar absolutamente nada.
- ¿Hay alguien en casa? - pregunta con voz fuerte.
Cierra la puerta y se asusta al no escuchar respuesta alguna. Saúl ya debería estar en casa y Jorge tampoco le contesta. No quiere pensar que Saúl y Jorge han salido sin avisarla y dejando luces encendidas o que quieran darle un susto. Pero nada era comparable a lo que se encuentra al aparecer en el comedor... A partir del momento en que Micaela pone sus pies en el comedor de su casa hoy, comienza su peor infierno. Saúl estaba atado a una silla, con los ojos abiertos, sin pestañear y completamente inmóvil. Micaela, en shock, sigue parada frente a su esposo observándolo. Entonces, aparece Katia, saliendo de la cocina, en ropa interior y mordiendo una manzana.
- ¿Tú quién coño eres? - pregunta Micaela tartamudeando y asustada.
Y en este preciso instante, Hernán sale de su escondite para mostrarse ante Micaela después de doce años sin verse con la chica cara a cara. En la mano derecha de Hernán, había una pistola, en la izquierda, un puñal. Katia, sin responder a Micaela, se tira en el sofá, al lado de la silla donde está Saúl. Hernán, colocando el puñal en la garganta de Saúl, apunta con su pistola a Micaela.
- Cuánto tiempo sin verte, preciosa...

sábado, 14 de diciembre de 2013

Gala Aguilar


Gala es la novia de Ramón, la mano derecha y sicario de Hernán. Es una chica ambiciosa, capaz de todo por dinero y por escalar socialmente. Comienza trabajando como secretaria en la sede de Valencia del periódico de Hernán y acaba convirtiéndose en una de las personas a las que Micaela querrá destrozarles la vida por haber participado en el malvado plan de Hernán a cambio de dinero.

Ramón Salamanca


Ramón Salamanca perdió a su padre en un tiroteo con la policía por culpa de Alberto, el hijo de Hernán, cuando era menor de edad y quedó bajo la tutela del estado. Su padre, amigo del propio Hernán, secuestró a un político por orden de Alberto para que este último diera luego la noticia exclusiva desvelando el lugar y resultando muerto su padre. Ahora se convertirá en cómplice de Hernán, al igual que su novia Gala, aunque las intenciones de Ramón son desconocidas para el malvado hombre.

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Capítulo 10.

Presente (Año 2013). Han pasado diez años desde que Micaela dio a luz a su hijo y aunque no han habido muchos cambios desde entonces, sí han habido algunos. Micaela sigue viviendo en el mismo piso que alquilaron ella y Saúl cuando este se mudó a Valencia, aunque ahora lo han comprado y son los propietarios. La mujer, ahora con 30 años, tuvo una de las notas más altas en la universidad cuando se graduó en la carrera de periodismo y Saúl es el dueño del bar en el que comenzó a trabajar de camarero, ahora convertido en restaurante. El pequeño bebé que nació fruto de su amor, Jorge, ahora es todo un muchachito, bastante maduro e inteligente para su edad y el orgullo de sus padres cada vez que una profesora habla de él. Se podría decir que los tres conforman una familia perfecta que convive en armonía y en felicidad.

A pesar del tiempo que ha pasado, Saúl y Micaela siguen queriéndose como el primer día y su pasión se mantiene intacta. Se puede decir que después de una vida difícil para Saúl, con un padre alcohólico que lo culpaba de la muerte de su madre, y para Micaela, cuyos padres murieron en extrañas circunstancias, ahora el destino parece sonreírles.

Falta poco para Navidad, un par de semanas aproximadamente. Este año van a estar algo más solos, ya que Ezequiel y Adriana no se encuentran disponibles para acompañarlos esta vez en una época tan importante. Sin embargo, la ilusión por la proximidad al día es visible en el día a día de la familia Sánchez-Rojas.
- Mamá, ¿harás otra vez la tarta de chocolate este año para Navidad? - pregunta Jorge sentado en la mesa del comedor dejando de escribir en su cuaderno de Matemáticas.
- Claro que voy a hacerla. A tu padre y a ti os encanta, así que no lo dudes, cariño - contesta Micaela dándole un pequeño y afectuoso pellizco en la mejilla.- Sabes que siempre intento hacer todo lo que sea de vuestro agrado para que paséis las mejores navidades de todo el mundo.
- Eres la mejor, mami - asegura Jorge con una sonrisa de oreja a oreja. Micaela le devuelve la sonrisa acompañada de una caricia en la cabeza.- ¿Falta mucho para que venga papá?
- No, cielo, está al llegar. Me mandó un mensaje hace un momento para decirme que ya estaba cerrando. Hoy ha tenido mucha clientela, así que estará muy cansado - le explica Micaela a su hijo mientras ultima los detalles finales de la cena antes de servirla.
En ese momento, se escucha el ruido de una llave al entrar en la cerradura de la puerta. Jorge se levanta a toda prisa de la silla y corre hasta la entrada, abrazando a su padre en cuanto hace su aparición.
- ¡Papá! - exclama Jorge feliz de ver a su padre.
- Así da gusto llegar a casa. Aunque... Me falta algo - asegura Saúl disfrutando del abrazo de su hijo. Entonces, Micaela sale de la cocina y, rodeando el cuello de su esposo con sus brazos, lo atrae hacia sí, besándolo.- Ahora sí que es una acogida perfecta.

Mientras Saúl se duchaba, Micaela comienza a servir la mesa con la ayuda de Jorge, que siempre disfrutaba ayudando a su madre. Cuando el patriarca llega a la mesa, se encuentra con todo preparado y listo para empezar a cenar. Al verlo, se pone serio.
- Micaela, deberías haber esperado, no tienes porqué hacerlo tú todo - dice Saúl algo molesto.
- Tú estás cansado, cariño, has estado todo el día trabajando. ¿Qué menos que nada más llegar a casa puedas cenar tranquilo y acostarte? Anda, ven y come, que ya es tarde - Micaela ríe divertida por la intención de Saúl de fingir que está enfadado.
- ¿Sabes algo de Ezequiel? - pregunta Saúl sentándose en la mesa y cogiendo el tenedor para hincarlo en el pastel de carne.- Hace muchísimo tiempo que no hablo con él.
- Yo hablé con él hace un par de días. Tiene pensado quedarse en Boston y no sabe si volverá en dos meses, en seis o en un año. No entiendo qué se le ha perdido allí, pero si le viene bien el cambio de aires, me alegro por él - responde Micaela echando de menos al hombre que tantos años cuidó de ella.
- Tengo muchas ganas de ver al abuelo Ezequiel - dice Jorge.- ¿Por qué no vamos a hacerle una visita?
- No podemos, cariño. Tu padre no puede dejar el trabajo.
- Pero vosotros dos si podéis ir aunque sea un fin de semana - sugiere Saúl.- Seguro que a Ezequiel le encantaría teneros por allí aunque fueran dos días.
- No sé... Quizás necesita estar sólo, desconectar de todo un poco... Amor, el abuelo Ezequiel volverá y ya vas a ver como el tiempo pasa volando y cuando menos te lo esperes, está otra vez aquí de nosotros - garantiza Micaela sonriéndole a su hijo.
- Es que se han ido todos, mamá... El abuelo en América y la tita Adriana no sabemos ni siquiera dónde está - dice Jorge algo triste.- Los echo de menos...
- La tita Adriana está salvando al mundo, pequeño. No podemos saber nada de ella porque está en una misión secreta, y por eso se llama así, porque es un secreto - explica Saúl haciendo caras para que Jorge ría.- Pronto volveremos a estar todos juntos, ya verás.
- Por cierto, tengo una buena noticia - exclama Micaela dejando los cubiertos sobre la mesa y poniendo las manos en alto para reclamar la atención de su esposo y su hijo.- Es probable que consiga una entrevista de trabajo como reportera para la sede del periódico de Hernán que hay aquí en Valencia.
- ¡Eso es una excelente noticia! - grita Saúl sin controlarse dejándose llevar por la alegría.- Seguro que Hernán y su familia te tratarían como la niña consentida del periódico por la amistad que tenían con tus padres.
- Me conformo sólo con tener el trabajo que siempre he querido - dice Micaela riendo.- Puedo trabajar desde casa, así que será perfecto.

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En Houston, la relación entre Katia y Hernán se había intensificado. Las noches apasionadas de sexo que han pasado juntos desde entonces no se podrían contar, aunque nunca han llegado a sentir algo más allá de la atracción física el uno por el otro. Y no sólo es deseo, sino que el interés y los beneficios que traen su relación están dentro del conjunto de razones por las que han pasado cada día juntos en los últimos diez años, excepto en algunas ocasiones en las que Katia iba a Rusia por negocios.

Cuando Hernán conoció a Katia, creyó ver en ella una mujer indefensa y sola que necesitaba un hombre cerca de ella, una hermosa mujer falta de cariño y con la necesidad de satisfacer sus deseos carnales, pero una década atrás, Katia le desveló un importante secreto que cambiaría su modo de verla y la situación económica de ambos.

- ¿Tienes que hacer algo importante hoy en el trabajo? - preguntó Katia echándola un vistazo a la yogurtería que iba cada fin de semana.
- Realmente no, pero tengo que estar allí para que vean mi interés por el proyecto - respondió Hernán.- ¿Por qué? No querrás tomarte un helado ahora, ¿no?
- No, no es eso - dijo Katia divertida y tornando su expresión algo oscura.- Quiero que entres en la joyería un momento antes de irte, me gustaría enseñarte algo.
- ¿Será rápido?
- Sólo serán diez minutos... Creo que ya es hora de que lo sepas todo - dijo Katia denotando un halo de misterio en su voz. Hernán la miró mientras seguía caminando, intrigado por la belleza tenebrosa de sus hermosos ojos.- No me mires así.
- No sé cómo pretendes que te mire... No entiendo nada de lo que estás diciendo ni en la manera que lo estás diciendo. ¿Quieres decir con esto que me has estado ocultando algo todo este tiempo y ahora lo vas a soltar de repente después de tanto tiempo de conocernos? - Hernán se encontraba en un estado entre sorpresa, preocupación e intriga.
- Si eres el hombre que creo que eres, te encantará lo que tengo que enseñarte - aseguró Katia antes de darle un corto beso y seguir caminando.
Entraron en la joyería después de que Katia la abriera con sus llaves. Sin embargo, justo después de abrirla, Katia volvió a cerrar las puertas e hizo una seña colocando su dedo índice en sus labios a Hernán para que se callase. Lo cogió de la mano y lo llevó al pequeño almacén que había en la parte trasera. Allí, encontró una gran cantidad de joyas dentro de cajas de cartón: collares, pulseras, pendientes, anillos... Todos singulares y diferentes entre sí. Habían decenas amontonadas a la derecha y más o menos la misma cantidad a la izquierda. Katia se acercó a las de la izquierda, cogió un collar de una de las cajas y se lo mostró a Hernán. El collar parecía ser de plata y en el centro tenía una esfera semejante a una perla.
- ¿Y bien? - preguntó Hernán intrigado. No entendía nada, no sabía que era lo que Katia quería decirle. Katia sacó una pequeña navaja que guardaba en su cartera y la hundió en la perla del collar. Hernán no salía de su asombro. Entonces, un polvo de color blanco salió de ahí, derramándose en el suelo.- ¿Pero qué es eso? 
- Cocaína, querido Hernán Valdés - dijo Katia dejando caer el collar, acercándose a él tanto que notaba su respiración en sus labios.- Bienvenido al maravilloso mundo del narcotráfico.

Desde entonces, Hernán decidió entrar en el negocio en el que Rusia y Estados Unidos estaban inmersos. Se trataba de algo de enormes dimensiones, algo que pensó creer fuera de su alcance, pero que se había convertido en parte de su vida, en una manera fácil de hacer una fortuna y convertirse en uno de los hombres más ricos de Houston. Cada dos meses, un avión ruso con permiso del gobierno para trasladar joyas de Rusia a Estados Unidos, llegaba aquí lleno de droga dentro de unas joyas falsas fabricadas con materiales endebles que, a primera vista para no expertos, podían simular perfectamente ser verdaderas. En el aeropuerto, Katia y Hernán esperaban a sus cómplices rusos para transportar las joyas del avión al furgón que las llevaría hasta la joyería para ser vendidas a hombres influyentes, amistades de Hernán, amantes de Katia u otros personajes de renombre que buscaban un lugar discreto para conseguir buena droga.

Tras un buen día de negocios, la singular pareja se tumba en la cama, extasiados y sonrientes por el dinero que habían ganado en este día tan próspero.
- Hoy ha sido un día perfecto - dice Hernán desabrochándose el botón de arriba de la camisa sin levantarse de la cama.- Mañana me levantaré temprano para mandarle algo de dinero a Carla para que prepare la construcción de una nueva sede en Sevilla.
- ¿No te parece bastante con las de Barcelona, Valencia y Madrid? - pregunta Katia con una sonrisa maliciosa, acercándose a él para darle besos en el cuello.- Me encanta lo ambicioso que te has vuelto. Eres incluso más hijo de puta de lo que eras cuando te conocí y eso me encanta.
- Invertir significa ganar, y cuanto más invierta en beneficio del periódico, más provecho sacaremos de él - explica Hernán introduciendo su mano dentro del sujetador de Katia para acariciar su pecho.
- Está usted juguetón hoy, señor Valdés, ¿no es cierto? - pregunta Katia poniéndose de rodillas con la cabeza a la altura del vientre de Hernán, desabrochándole el botón del pantalón.- Pero a mí a juguetona no e gana nadie y lo tienes más que visto...
Hernán echa la cabeza hacia atrás, suspirando de placer por tener a una chica tan joven y hermosa para él. Sin embargo, aquel placentero instante se vio interrumpido por el teléfono, que comienza a sonar. En un principio, Hernán y Katia deciden hacer oídos sordos, pero ante la insistencia, Hernán le ruega a Katia que pare y se levanta para contestar al teléfono. Al otro lado, escucha la voz de su esposa.
- Hernán, ¿estabas ocupado? - pregunta Carla inocente, que a pesar de la lejanía de su marido, le sigue siendo fiel y cree que él hace lo mismo.- Siento llamarte a esta hora, pero es importante.
- No te preocupes, cielo, acabo de llegar a casa. Hoy he tenido un día difícil en el trabajo, pero gracias a eso, mañana te mandaré el capital suficiente para organizar la construcción de una nueva sede del periódico en Sevilla - le informa Hernán pidiéndole a Katia con la mano que esperara ya que la chica, molesta, estaba comenzando a ponerse el pijama.- Perdona, pero estoy muy cansado. ¿Te importaría llamarme mañana?
- Va a ser sólo un momento, es que es importante... - dijo Carla casi rogándole que la escuchara.
- Está bien, suéltalo.
- Sé que me dijiste que jamás te mencionara nada relacionado con ella, que no querías saber nada sobre su vida ni querías siquiera escuchar su nombre, pero me veo obligada a hacerlo... - Carla está dudando, casi tartamudea y tiene miedo de la reacción de su esposo.- Siempre he respetado el favor que me pediste, pero ahora necesito decirte algo sobre ella.
- ¿De qué se trata? - pregunta Hernán sin más dilación. Ya sabe de lo que quiere hablar su esposa y durante los últimos doce años ella había cumplido su orden de contarle todo por teléfono cuando hablasen excepto hablarle de Micaela, al igual que había cumplido también la orden de no haberlo visitado en todo en su tiempo y conformarse con charlas telefónicas o e-mails.
- Verás... Micaela ha solicitado una entrevista de trabajo para trabajar de reportera en nuestro periódico, exactamente en la sede de Valencia, y como dejaste establecido, no podemos tomar ninguna decisión sin consultártela antes, por eso te he mandado el currículum de Micaela con e-mail y quería avisarte para que no te enfadases... - explica Carla muerta de miedo, siempre a la sombra de Hernán. Éste, con el teléfono en la mano, pasando por al lado de Katia sin mirarla, va al ordenador y entra en su correo electrónico. La ve, mucho más hermosa desde la última vez que lo hizo, esos ojos azules, esos rasgos, esos labios que tanto deseo le causaban...
- ¿En Valencia? ¿Y qué se la ha perdido por Valencia? - Hernán ya no puede parar. Micaela había vuelto a su cabeza, su nombre, su foto... Pensaba que estaba todo superado, pero no contaba con que algún día tendría que volver a saber de ella o a verla y que, en ese día, todo volvería a su cauce.- ¿Qué hace allí?
- Se mudó allí cuando Beatriz y Santiago murieron y tú te fuiste a Houston, se casó, tuvo un hijo y poco después acabó sus estudios de periodismo en la universidad.
"Se casó, tuvo un hijo..." eso fue lo único que Hernán escuchó de lo que Carla le había dicho, lo único que le interesa, lo único que le duele en el alma como si estuvieran arrancándole un pedazo de ella en ese preciso momento. Cuelga, se levanta de la silla, Katia sale de la habitación y lo ve de pie, inmóvil, mirando a la pared, con el teléfono en la mano.
- Hernán, ¿estás bien? - Hernán lanza el móvil contra la pared, estrellándolo. Empieza a gritar como un loco psicópata, sintiéndose un imbécil porque la mujer de sus sueños, aquella que estuvo a punto de tener, ahora es de otro, compartía su vida con un hombre con el que se acostaba cada noche, con el que habría hecho el amor, al que se habría follado locamente una y otra vez. Hernán se da la vuelta, coge a Katia de los brazos y la empuja contra la pared.- ¿Qué coño te pasa? ¡Suéltame, joder!
- ¡¿Estás conmigo?! ¡Dime, coño! ¡¿Estás conmigo o no estás conmigo?! - pregunta Hernán a voces como si el demonio estuviese dentro de su cuerpo.- ¡Dime de una puta y jodida vez si estás conmigo o no!
- ¡Sí estoy contigo, joder, sí! ¡Pero ahora suéltame y dime qué cojones está pasando! - Katia, asustada y a la vez furiosa, grita también. Gracias a sus gritos, Hernán respira hondo y, mediante un proceso lento, se tranquiliza.
- Quiero que llames a este número - le dice Hernán dándole una tarjeta que tenía escondida en la cubierta de su móvil.- Se llama Ricardo, dile que hablas de parte de Hernán Valdés, el amigo de su padre. Pídele que me consiga una buena pistola sin dejar rastro y el número de teléfono de su novia y que le avisaré para que me vaya a buscar al aeropuerto de Valencia. Voy a hacer las maletas...
- Hernán, no entiendo nada. ¿Puedes explicarme qué está pasando?
- Vas a venir conmigo a España. No hay tiempo de explicarte ahora. Por el camino te contaré una larga historia que se remonta a mucho antes de conocernos y de la que nunca te he hablado - le dice Hernán cogiendo una silla para sentarse.- Voy a necesitar tu ayuda para esto.
Katia jamás había visto a Hernán así. Parecía que se había vuelto loco, que había perdido la razón, aunque decide seguir sus órdenes y marcar el número del citado Ricardo para encargarle lo que Hernán había dicho.

Hernán está en la habitación preparando las maletas. A pesar del frío invernal que hace, Hernán está sudando tanto que tiene la ropa mojada. Echa un vistazo a su Tablet, que está en la mesa de noche y ve como ya se han confirmado los dos pasajes para salir hacia Valencia al siguiente día. Se asoma ligeramente por la puerta y ve que Katia sigue hablando por teléfono. Aprovecha esto para recoger el contenido de un amplio hueco tapado por la madera débil del suelo de su armario. Dentro, una serie de brazaletes y anillos rellenos de cocaína. Rápidamente, antes de que Katia volviese a la habitación, los mete en una de las maletas, entre su ropa.
- Definitivamente, mi vuelta a España va a ser más que triunfal...

Jorge Sánchez


Jorge es el fruto del amor entre Micaela y Saúl. Es el hijo que concibieron estos en su noche de bodas. Con tan sólo diez años, es un niño muy inteligente, maduro y sensible. Sin embargo, al igual que la vida de su madre, la suya estará marcada por la tragedia, una tragedia que lo conducirá a un funesto final.

domingo, 8 de diciembre de 2013

Capítulo 9.

En una pequeña sala, Micaela yace tumbada en una camilla con un camisón fino y largo y la barriga descubierta. Saúl, a su lado, parece estar nervioso pero a la vez entusiasmado. Al lado de ellos, una pantalla y una doctora echándose en la mano un gel frío y transparente.
- Esto está algo congelado, cariño. Es soportable, pero siempre lo advierto para que la paciente no se lleve ninguna sorpresa - dijo la enfermera haciendo reír a la pareja. Comenzó a extenderle el gel por el vientre y la pelvis y agarró el transductor para poder ver la imagen en la pantalla.- Mira, ahí lo tenemos.
Micaela y Saúl miraron a la pantalla y vieron aquella imagen de su bebé, del bebé que crearon la misma noche en que se casaron y que uniría sus vidas para siempre. Ambos estaban emocionados y felices. La sola idea de haber creado una vida entre los dos les hacían quererse más y sentirse los más dichosos del mundo.
- ¿Está todo bien, doctora? - preguntó Saúl.
- Está todo perfecto, señor Sánchez - contestó la doctora, que continuaba su labor de examinar la criatura.- Deberían haber venido antes, siempre viene bien realizar una primera ecografía en el primer trimestre del embarazo para descartar amenaza de aborto o algún problema en la placenta, el útero o los ovarios, pero gracias a Dios no es así.
- ¿Pero no pasa nada entonces por no haber venido antes? - preguntó Micaela inocentemente.
- No, no hay ningún problema, pero para la próxima vez que quede embarazada, trate de ir antes de los tres meses de embarazo, pero no se preocupe, usted ha venido a las quince semanas y, es más, es posible que ya podamos saber si es un niño o una niña - declaró la doctora con una sonrisa.
Micaela y Saúl se miraron, deseosos de conocer el sexo de su bebé. La doctora continuó deslizando el transductor por el estómago de la chica.
- ¡Voilá! ¡Aquí está! - exclamó la doctora, que parecía tan feliz como los padres.- Todo indica que será un niño, ¿ve ahí esa cosita?
- ¿Un niño? - Saúl dejó a Micaela, que estaba ensimismada en aquella imagen, y se acercó a la pantalla, mirándola fijamente y acariciándola con dos de sus dedos por la parte que estaba la cabeza de su hijo.- Voy a tener un niño...

********************

En Madrid, el periódico de Hernán seguía creciendo y creciendo, alcanzando grandes ventas y un alto nivel de prestigio. Alberto, al igual que Carla y Federico, ya tenía su propio despacho y había adquirido aún más poder en la empresa de su padre. Dentro de la oficina, discutían sobre el contenido del periódico que saldría al día siguiente.
- Las dos noticias más destacadas de hoy son el intento de asesinato de un concejal y el incendio en Girona, pero por ser el primero un tema de política, creo que es la que debería estar en portada - sugirió Federico revisando su libreta.
- A mí me parece bien, ¿tú qué piensas, cariño? - Carla miró a su hijo, que transmitía poder y prepotencia desde su silla, esperando una respuesta de su parte, ya que el también tenía voz y voto dentro del periódico.
- ¿De qué concejal se trata y qué ha pasado exactamente? - preguntó Alberto interesado en el tema.
- Se trata de Augusto Flores, un concejal de derechas. Le pusieron dos kilos de dinamita en los bajos de su coche, pero su escolta se dio cuenta y llamó a la policía, que hizo explotar la bomba sin causar daños materiales ni humanos - relató Federico mirando por encima de sus gafas.- Es el octavo atentado en Vizcaya en el último mes y medio.
- Tenemos que buscar noticias más fuertes, más sanguinarias, más trágicas - dijo Alberto levantándose de la silla y mirando a través de la ventana.- Si no le damos emoción al periódico, no podremos construir más sucursales por el resto del país en los próximos años. Tenemos que dejar de ser tan mediocres.
- ¿Acaso no te parece esta una noticia que vende, hijo? - le cuestionó Carla, que estaba preocupada por el gran cambio que había dado Alberto desde su llegada del internado.
- Nuestros reporteros son de poca calidad, más vale ir renovando la plantilla o esto se irá a la quiebra o nos mantendremos toda la historia con estos números, que no es que estén mal, pero podrían ser mejores - admitió Alberto con tono serio y decidido.- Hay que despedir y contratar mejores reporteros.
- No creo que eso sea lo más adecuado, Alberto - declaró Federico, que dejaba ver su inconformidad ante la propuesta del chico arqueando las cejas.- No hay porqué culpar a nuestros reporteros, es más, yo creo que son muy buenos.
- Pues yo no creo lo mismo, Federico, y por muy amigo que seas de mis padres eso no quiere decir que tengas más autoridad que yo aquí - respondió Alberto a la defensiva y mirándolo fijamente a los ojos.
- Pero yo sí tengo más que tú, Alberto, y no me parece bien despedir a nadie - dijo Carla saliendo en defensa de Federico.
- Creo que ahí estás equivocada, mamá. Seré tu hijo, pero en la empresa ambos tenemos el mismo poder y yo puedo despedir a quien me apetezca - aseguró Alberto dándole un tierno beso a su madre en la frente.- Si puede ser, me gustaría quedarme a solas para darle los últimos retoques a las columnas del número de mañana.
Federico y Carla salieron del despacho molestos por la decisión de Alberto y por su manera de llevar el tema y contestar sus quejas. En cuanto salieron del despacho, Alberto cogió el teléfono de su oficina y marcó un número.
- Ricardo, le habla Alberto Valdés, siento mucho la reciente muerte de su esposa, mi padre me contó que sufrió un infarto cerebral y quería darle mi más profundo pésame - dijo Alberto a través del teléfono sin ningún tipo de emoción en su rostro.- No tiene nada que agradecerme, usted siempre ha sido un buen amigo de mi padre y de la familia... Perdone, ¿es verdad que usted se ha retirado?... Vamos, mi padre me ha contado que cuando había que realizar algún trabajo sucio siempre podía contar con usted... - Alberto río por la respuesta del amigo de su padre, que también estaba divirtiéndose.- Sí, soy muy joven, pero también muy ambicioso, no se lo niego... 21 años... Sí, quería pedirle un último favor en nombre de la amistad entre mi padre y usted... ¿Conoce a Augusto Flores, el concejal? Necesito que me haga un favor...

**********************

- ¿Qué tal ha estado? 
Hernán estaba en el baño situado al lado de su habitación en Houston lavándose los dientes y vestido únicamente con una bata de color marrón. En la cama, yacía una chica tapada con la manta hasta su cintura con sus deseables senos al descubierto. Miró a Hernán mientras se incorporaba lentamente y se encendía un cigarrillo. Este dejó de mirarse al espejo y le echó un vistazo a su amante, recreándose en su desnudez. La chica, tras darle una primera calada al cigarro, contestó sensualmente a la pregunta.
- Aunque llevo dos meses acostándome contigo, hoy ha sido una de las veces que mejor me has hecho el amor. Creo que hasta podría repetir... - aseguró levantándose y abrazando por detrás a Hernán, tomando entre sus labios el lóbulo de su oreja izquierda.
- No, querida Katia, hoy no va a poder ser... Tengo que ir a la empresa y tú tienes que abrir la joyería, ¿no has visto que hora es? - preguntó Hernán mostrándole el reloj de su muñeca.
- Oh, vamos, uno rápido... - le rogó la chica introduciendo sus manos dentro de la bata del hombre.- Sé que estás deseando volver a tener mi cuerpo para ti.
- Claro que estoy deseando, por eso mejor que estés quieta, te vistas y vayamos al trabajo - rió Hernán cogiendo las manos de Katia y alejándolas de él.- No sigas o no podremos parar, preciosa. Esta noche haremos todo lo que tú quieras.
Katia se dio por vencida, ocultó parte de su cuerpo con ropa interior y una camiseta y se preparó para un día más de trabajo.

Katia y Hernán caminaban juntos por la calle. Él iba con un traje de chaqueta negro con rayas grises y un maletín también negro. Katia llevaba una falda azul marino que le llegaba hasta las rodillas, un suéter blanco y encima, una chaqueta abrochada del mismo color que la falda. Macdougal Street se había convertido en la ruta diaria de Katia y Hernán para ir al trabajo, aunque ella llegaba antes que él a su destino, ya que la joyería estaba más cerca del apartamento de Hernán que el despacho de este.
- ¿Tienes que hacer algo importante hoy en el trabajo? - preguntó Katia echándola un vistazo a la yogurtería que iba cada fin de semana.
- Realmente no, pero tengo que estar allí para que vean mi interés por el proyecto - respondió Hernán.- ¿Por qué? No querrás tomarte un helado ahora, ¿no?
- No, no es eso - dijo Katia divertida y tornando su expresión algo oscura.- Quiero que entres en la joyería un momento antes de irte, me gustaría enseñarte algo.
- ¿Será rápido?
- Sólo serán diez minutos... Creo que ya es hora de que lo sepas todo - dijo Katia denotando un halo de misterio en su voz. Hernán la miró mientras seguía caminando, intrigado por la belleza tenebrosa de sus hermosos ojos.- No me mires así.
- No sé cómo pretendes que te mire... No entiendo nada de lo que estás diciendo ni en la manera que lo estás diciendo. ¿Quieres decir con esto que me has estado ocultando algo todo este tiempo y ahora lo vas a soltar de repente después de tanto tiempo de conocernos? - Hernán se encontraba en un estado entre sorpresa, preocupación e intriga.
- Si eres el hombre que creo que eres, te encantará lo que tengo que enseñarte - aseguró Katia antes de darle un corto beso y seguir caminando.

***********************

5 meses y una semana después. La tensión y los nervios tiñen el ambiente, creando una atmósfera inquieta. Micaela está cubierta de sudor, respirando agitadamente, gritando sin ton ni son y sujetando con fuerza la mano de Saúl, casi lastimándolo. No podía creer lo rápido que había pasado el tiempo, la cantidad de sucesos que habían hecho de ella una mujer con todas las letras... Hacía más de dos años, se enamoró por primera vez a la par que perdía a sus padres, que murieron trágicamente de repente, de lo cual aún no tenía explicación. Se mudó de ciudad, compartió piso con su primer novio, se casó, perdió su virginidad y quedó embarazada en su noche de bodas... Y ahora estaba allí, en el paritorio, a punto de traer al mundo al niño que crearon ella y su gran amor, su esposo, el hombre que tan feliz la había estado haciendo desde que se conocieron y que estaba junto a ella deseoso de conocer al nuevo integrante de su familia. 

En la sala de espera, Adriana y Ezequiel esperan impacientes el nacimiento del bebé mientras tratan de entretenerse viendo la televisión en la sala de espera.
- ¿Cuánto suele tardar un parto? - preguntó Adriana desasosegada y mordiéndose las uñas.- Se me está haciendo eterno...
- El tiempo varía mucho de una mujer a otra, Adriana, no puedo decirte un tiempo exacto - respondió Ezequiel mirando a la televisión.- Mira, por fin han soltado al concejal ese.
- ¿El que secuestraron?
Ezequiel le hizo una señal con el dedo para que leyese el titular y escuchase la noticia. El titular decía así: "Augusto Flores, concejal, es rescatado tras más de cinco meses de secuestro."
- Después de casi medio año, Augusto Flores, concejal de derechas y víctima de un intento de atentado poco antes de su secuestro, es liberado por la policía - informó la presentadora de las noticias desde el televisor.- Su raptor, Ricardo Salamanca, fue abatido a tiros tras herir gravemente a un agente disparándole en el estómago mientras trataba de huir de la cabaña donde retenía al político que confesó haber vivido un infierno. Se desconocen los motivos de su secuestro, aunque todo indica que Ricardo podría pertenecer a la banda terrorista que estuvo detrás de su intento de asesinato. El hijo del secuestrador, también llamado como su padre, menor de edad, ha sido recluido en un internado bajo la tutela del estado. El periódico "Valdés y Bravo" ha sido el que ha emitido esta noticia en exclusiva antes que nadie, dejando ver así su profesionalidad y agradecemos su colaboración con la cadena. Le seguiremos informando.

Mientras una partera se encargaba de limpiarle el sudor y refrescarle la cara, las otras dos se preocupaban de sacar al bebé. Micaela cada vez respiraba más rápido y gritaba más, nunca había experimentado un dolor físico comparable a este.
- Aguanta, mi amor, respira - le susurraba Saúl a Micaela al oído, que no paraba de gritar.
- ¡No puedo! ¡No puedo respirar, joder! ¡Me duele! - gritaba Micaela una y otra vez, sin parar de repetir las mismas palabras.
- Vamos, cariño, tú puedes, seguro que eres una chica muy muy fuerte - dijo una de las parteras tratando de animar a Micaela.- Respira, respira tranquilamente, muy despacio y empuja, piensa que dentro de muy poco tendrás a un niño bellísimo entre tus brazos, el niño al que tanto has cuidado a lo largo de estos nueve meses.
Micaela lo pensó por un momento e hizo un intenso esfuerzo por aminorar su ritmo de respiración, procurando tranquilizarse.
- ¡Ya está aquí la cabeza! - exclamó una partera. Saúl, entre lágrimas y una amplia sonrisa, besó la sudorosa frente de su esposa, que rompió su momento de tranquilidad y siguió gritando, volviendo a respirar de nuevo a gran velocidad.- ¡Vamos, cielo, empuja, empuja!
Micaela realizó un último esfuerzo y comenzó a escuchar un llanto. Extasiada, dejó salir a relucir un par de lágrimas desde sus cristalinos ojos azules y sonrió sin fuerzas. Saúl, sin soltar la mano de su pelirroja, miró a su pequeño con admiración y orgullo, sintiéndose el hombre más feliz del mundo.

La partera, tras cortar el cordón umbilical, puso al pequeño en los brazos de su madre, que quedó prendada de su hijo desde un primer momento en el que lo vio. Saúl rozó levemente con la yema de sus dedos la cabeza del bebé, que dejó de llorar en el mismo instante que sintió el calor de los brazos de Micaela.
- ¿Qué nombre van a ponerle? - preguntó la partera quitándose los guantes, satisfecha de haber traído una nueva vida al mundo.
- Jorge... Se llamará Jorge Sánchez - contestó Saúl embobado mirando a su hijo y a su esposa.
Saúl se puso de rodillas y besó a Micaela. Tras el beso, los dos se miraron a los ojos, compartiendo su alegría y los volvieron al pequeño Jorge, que desde hoy, los había convertido en padres.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Capítulo 8.

2003. El tiempo ha transcurrido ligeramente hasta llegar al final del invierno en Febrero. Saúl y Micaela cumplen casi cuatro meses viviendo juntos y casi un año y medio siendo novios. Su relación había avanzado mucho y casi eran la pareja perfecta. Saúl trabajaba de camarero a media jornada en un bar del centro de Valencia y Micaela continuaba su carrera de periodismo satisfactoriamente. La llama no se había apagado, el amor, la pasión, el cariño, la cooperación de ambos seguía siendo parte de su relación. Aprovechaban cualquier momento para decirse cuánto se querían y demostrarse su amor en pequeños detalles. Y esta misma noche, Saúl lo demostraría de la forma más sobresaliente que podría hacerlo.

Desde su cumpleaños, Adriana no había vuelto a Valencia hasta hoy, ya que Saúl mismo fue el que la invitó a venir para una cena muy especial. La chica se encontraba en el primer año de la academia de policía, dispuesta a cumplir su sueño de convertirse en una gran agente que defienda la justicia. Alrededor de la mesa del apartamento de Ezequiel, están sentados este, Adriana, Saúl y Micaela comiendo un delicioso pollo asado preparado por esta última, que había desarrollado un exquisito don para la cocina.
- Recuerdo que el año pasado no te defendías en la cocina más que para un sándwich - rió Adriana saboreando una alita del pollo.- Te has convertido en toda una mujer.
- Deja de burlarte de mí, idiota - bromeó Micaela riendo.- Podrás decir que no estás disfrutando de la cena....
- Si dijera eso, mentiría, pelirroja, te lo aseguro - prometió Saúl.- Creo que estamos disfrutando como nunca.
- ¡Eres un exagerado! ¡Si es tan sólo un simple pollo! - exclamó Micaela.- Nada que sea hecho por ti puede ser simple, cariño - dijo Saúl agarrando su mano y dándole un beso.- Todo lo que hagas tú siempre tendrá un toque especial, porque tú eres especial.
- Quisiera decir unas palabras en honor a la pareja - dijo Ezequiel cogiendo la mano de Micaela y mirando a esta y a Saúl a los ojos.- Estoy feliz, chicos. Me siento feliz al ver lo que ha avanzado vuestra relación, en la visible madurez en cada uno de vuestros actos, de vuestras palabras, la responsabilidad que tenéis cada uno fuera y dentro de la casa. Sabéis que sois como dos hijos para mí y nada me hace más feliz que vuestra propia felicidad. Por eso, quiero cederle la palabra a Saúl, porque lo que va a decir a continuación, será un paso gigante en el camino a alcanzar una mayor felicidad.
Saúl se levantó de la mesa, se puso de rodillas frente a Micaela. Esta y Adriana estaban boquiabiertas, mientras que a Ezequiel parecía no sorprenderles. Adriana cogió su servilleta para limpiarse la nariz.
- Creo que voy a llorar... - admitió Adriana con los ojos lacrimosos.
El corazón de Micaela iba a mil por hora, y el de Saúl no era menos. Nunca le había puesto tan nerviosa sentir la mano de su novio sobre la suya, pero esta vez era distinto, tenía una ligera idea de lo que iba a pasar.
- Pelirroja, sé que somos demasiado jóvenes, que tampoco llevamos muchos años juntos, pero... Te has convertido en el centro de mi mundo, toda mi vida gira en torno a ti, me has liberado de las cadenas de la tristeza y la soledad, me has hecho dibujar sonrisas que jamás podrán ser borradas porque cada vez que te veo, veo lo más hermoso de este mundo, y esos ojos azules... deberían ser una de las siete maravillas del mundo - una lágrima se escaparon de cada uno de los ojos de los dos y dejaron una estela en sus mejillas.- No puedo vivir sin ti, he luchado durante meses por estar a tu lado, por verte despertar cada mañana, porque abrazarte sea lo último que haga antes de dormir por si la muerte me lleva en la noche saber que acto final fue tenerte entre mis brazos y quiero gritarles a todos que eres la mujer de mi vida, que quiero que seas mi pelirroja todos y cada uno de los días de mi vida, una vida que ahora se resume enteramente al amor que tú me das...
Saúl metió la mano en su bolsillo y sacó una pequeña cajita negra muy suave, parecía de piel. Adriana estaba inmersa en un mar de lágrimas y Ezequiel parecía verse reflejado en aquel joven, parecía que había vuelto décadas atrás, cuando pidió la mano de la que él creyó la mujer de su vida.
- Saúl... - Micaela apenas podía hablar, respiraba a una velocidad extrema y tenía la piel de gallina.
- Micaela Rojas, ¿quieres casarte conmigo? - Saúl abrió la caja y dejó ver un anillo precioso con una pequeña piedra brillante que tenía grabadas las letras S y M. Micaela, temblando, cogió el anillo y se lo puso. Saúl se levantó, Micaela hizo lo mismo y se lanzó a sus labios para besarlo.
- ¡Sí, sí quiero casarme contigo! ¡Quiero ser tuya y sólo tuya por siempre!


*************************

1 mes después. Los invitados se reunieron en la Basílica de la Virgen de los Desamparados, una antigua iglesia construida siglos atrás en la ciudad española de Valencia. Un cura bastante anciano esperaba, como todos, la llegada de la novia. A su derecha, Adriana, con un vestido celeste que la hacía brillar, y a su izquierda, un compañero de trabajo de Saúl que se convirtió en un buen amigo para el chico. Con ellos, el mismo Saúl, con un smoking, su cabello perfectamente peinado y con los nervios a flor de piel.

Entonces, Micaela llegó. Acompañada por ella, llega también Ezequiel, cuya relación se ha estrechado hasta tratarse como un padre y una hija, y esa era la razón por la cual él sería quien la llevara al altar, a casarse con el hombre de sus sueños. Las manos de Saúl comenzaron a sudar a la par que sentía un vuelco en el estómago. Allí estaba, su pelirroja, caminando con una majestuosidad divina del brazo de Ezequiel. A las sillas de la derecha, estaban Carla y Alberto, que habían recibido una invitación por parte de la chica. Alberto, que no veía a Micaela desde que eran unos niños, quedó maravillado con su belleza y se sorprendió al ver cómo había cambiado, como aquella niña con la que jugaba y peleaba cada día se había convertido en toda mujer y que estaba a punto de unirse en matrimonio. Carla, que estuvo muy pendiente de Micaela siempre, y más aún tras la muerte de Beatriz y Santiago, se emocionó al ver a "su pequeña" hacia el altar.



Micaela llegó al lado de Saúl y miró a Adriana, que sonrió lleno de lágrimas. Ezequiel le dio un beso en la mejilla y se retiró a su asiento. Tras leer unos parajes de la Biblia y hablar de la importancia del matrimonio, el cura procedió a realizar preguntas.
- ¿Han venido aquí a unirse en matrimonio por su libre voluntad sin ser coaccionados?
- Sí, Padre, venimos libremente - respondieron los dos al unísono. Adriana estaba casi ahogándose en lágrimas.
- ¿Están dispuestos a amarse, respetarse y honrarse durante toda la vida?
- Sí, Padre, estamos dispuestos.
- ¿Están dispuestos a recibir sus hijos con amor y responsabilidad y educarlos bajo las leyes de Dios y la iglesia?
- Sí, Padre, estamos dispuestos.
- Ya que quieren establecer entre ustedes la alianza del matrimonio, unan sus manos y expresen su consentimiento delante de Dios y de la iglesia - así, el cura culminó sus preguntas, y ambos, mirándose a los ojos, ante todos los invitados y con sus manos unidas, hicieron lo que el padre dijo.
- Yo, Saúl Sánchez, te pido a ti, Micaela Rojas, que seas mi esposa porque te quiero, porque con la luz de tus ojos me basta para vivir, porque con tu amor has resucitado un corazón muerto y prometo serte fiel en la pobreza y en la riqueza, en la salud y en la enfermedad y amarte y respetarte cada día de mi vida hasta que la muerte nos separe - todos los invitados estaban conmovidos por las palabras tan sinceras y hermosas de Saúl.
- Yo, Micaela Rojas, te acepto a ti, Saúl Sánchez, como mi esposo porque te quiero, porque has sido mi vía de escape en cada laberinto desde que te conocí, porque sin ti mi vida no tendría sentido y porque necesito de ti para ser feliz y prometo serte fiel en la pobreza y en la riqueza, en la salud y en la enfermedad y amarte y respetarte cada día de mi vida hasta que la muerte nos separe.
- Que el señor Jesucristo, que hizo nacer este amor tan profundo entre vosotros, confirme este sentimiento mutuo que habéis manifestado. Lo que Dios ha unido, no lo separe ningún hombre... Puede besar a la novia.
Con estas palabras, comenzó la unión en matrimonio de Micaela Rojas y Saúl Sánchez a los ojos del mundo terrenal y del celestial. Saúl la besó como nunca lo había hecho, dejando ver a todos su amor puro e infinito que empequeñecía los amores conocidos y por conocer. Ezequiel y Adriana se abrazaron, felices por ver a Micaela tan radiante y dichosa. Mientras los recién casados recorrían el pasillo de la iglesia, las miradas de Alberto y Micaela se cruzaron por un instante. Aunque en su interior no quería reconocerlo, esa milésima de segunda en la que sus ojos se cruzaron, significaron algo para Alberto, algo que ni podía imaginarse. Micaela abrazó a Carla y le dio dos besos a Alberto.
- ¡Estás hecho todo un hombre! - dijo Micaela riendo.
- ¿Y tú? ¡Casada y todo! - exclamó Alberto recordando viejos tiempos en los que él y Micaela jugaban a casarse.- Os deseo toda la felicidad del mundo.
Micaela les presentó a su nuevo esposo y prosiguieron su camino de salida de la iglesia.
- Nunca había visto a Micaela tan feliz... Se lo merece - dijo Carla contenta.
- Seguro que él sí que no se la merece a ella, es demasiada mujer y él parece muy poca cosa - declaró Alberto mirando a la pareja.- Sí, muy poca cosa.
- No seas así, Alberto. Se quieren y él es un buen chico, nada más importa - dijo Carla regañando a su hijo.- Deberías dejar de ser tan desagradable con la gente.
Alberto se encogió de hombros riendo y, en la misma puerta de la iglesia, acompañados por los aplausos de todos, se enzarzaron en otro apasionado beso.

*************************

Había llegado el final del día más importante y feliz de las vidas de Micaela y Saúl. Tras una hermosa boda y un divertido y fantástico banquete, la pareja llegó a su apartamento por primera vez como un matrimonio. Por primera vez, Saúl abandonó la cama en la que había estado acostándose desde que vivía con la joven y se trasladó a la cama de matrimonio que le dejó a ella.
- Soy tan feliz, pelirroja - confesó Saúl estirándose en la cama junto a Micaela.- A partir de ahora comienza el primer día del resto de nuestras vidas...
- Nunca imaginaré que llegaríamos a estar así la primera vez que te vi...

- Perdona, ¿me dejas pasar? - preguntó la chica levantando por primera vez sus ojos desde que apareció por la calle.- Tengo un poco de prisa.
- ¿Por qué tanta prisa, belleza? Apenas ha sonado la campana - el chico le lanzó una mirada de arriba abajo con cierto aire chulesco.
- Es mi primer día y no quiero causar mala impresión llegando tarde - respondió ella algo cohibida y avergonzada.- ¿Me dejas pasar ya o tengo que darte más explicaciones?
- ¿A qué curso vas?
- A segundo - contestó, suspirando exasperada y ruborizada por la incesante inspección del apuesto chico.
- Yo también. Seguro que coincidiremos en algunas clases. Me llamo Saúl - dijo dedicándole una de sus más seductoras sonrisas, haciendo que acabara por ceder y le devolviera la sonrisa, bastante nerviosa, mientras le daba dos besos.- ¿Me dices tu nombre?
- Sí, perdona... Me llamo Micaela.
- ¿Micaela? Es un nombre poco común, ¿no? - preguntó en tono de burla. Ella lo miró desafiante y, enseguida, volvió a ser amable y encantador.- Me alegro de conocerte, Micaela
Y así, guiñándole el ojo, Saúl hizo temblar las piernas de Micaela por primera vez justo antes de tirar el cigarrillo al suelo y entrar. Micaela sonrío tímidamente y continuó su camino hacia una nueva etapa de su vida.


- Como hemos cambiado en tan poco tiempo, ¿eh? - dijo Saúl sonriente.- Oye, ese tal Alberto no ha parado de mirarte en todo el día.
- ¡¿Estás celoso?! - preguntó Micaela soltando una sonora carcajanda, colocándose encima de él y sujetándole los brazos.- Pues no debería estarlo, señor Sánchez, porque la señora de Sánchez es sólo suya y de nadie más.
- ¿Ah, sí? ¡Oh, qué gran privilegio para mí, diosa del cielo! - bromeó Saúl soltando sus brazos de las manos de Micaela. La unió a él y empezaron a rodar por la cama riendo y jugueteando. 
- ¡Para, para! ¡Estoy cansada! - rogó Micaela sin dejar de reír. Saúl desistió y la dejó descansar. Ambos recobraron la respiración y se miraron.- ¿Eres consciente de que es la primera noche que dormimos juntos? No sé como he podido aguantar...
- Fue decisión de los dos, a mí no me eches la culpa, que a mí también me ha costado lo suyo tenerte tan cerca y... Ya sabes... - tartamudeó Saúl ruborizado.
- Pues ahora puedes tenerme todo lo cerca que tú quieras... - dijo Micaela con la cara tan colorada que se podía confundir perfectamente con un tomate.

Saúl se acercó lentamente a Micaela. El chico llevaba una camiseta de tirantes blanca y un pantalón corto azul, mientras que ella llevaba un camisón rosado también de tirantes que cubría desde su pecho hasta sus muslos. Saúl posó una de sus manos sobre el muslo derecho de Micaela y procedió a besarla. Mientras sus lenguas se unían en un vaivén placentero, Saúl acarició el sexo de su esposa por encima de su ropa interior. Esta se sobresaltó. 
- ¿Pasa algo? ¿He hecho algo mal? - preguntó Saúl preocupado.
- No, no, sigue... Sólo estoy nerviosa, nunca me habían tocado como lo haces tú... - sonrió inocentemente Micaela.
- Y yo jamás he tocado a nadie como lo estoy haciendo ahora...
Ambos se desnudaron mutuamente poco a poco hasta quedar completamente desnudos. Los pechos de Micaela quedaron al descubierto y Saúl los cubrió con sus manos. Su miembro viril iba tomando forma, excitado por tener ante sí un cuerpo tan esbelto y deseable. Posó sus labios sobre el cuello de su esposa y le dio tiernos besos que la excitaron aún más. Una de sus manos abandonó su pecho y volvió a su sexo, acariciándolo con delicadeza y suavidad. Micaela tomó el de Saúl y lo masajeó. Los besos se fueron haciendo más intensos, más fogosos... 

No pudieron más y decidieron darle rienda suelta a esa pasión tan viva y aguda. Micaela, tumbada en la cama, esperó a que Saúl se colocara con sumo cuidado encima de ella. Estaba tan nervioso como ella, no quería hacerlo mal, no quería que su primera vez y su noche de bodas, ambas unidas en un sólo momento, fuera un desastre. Se ayudó de su mano para introducir su miembro en la vagina de su pelirroja. Esta tembló y agarró con fuerza la sábana, mordiendo su labio. Suspiró. Un suspiro en el que se unen el dolor y el placer. Saúl se estiró sobre ella y lo sacó despacio, lo volvió a meter, lo volvió a sacar... El ritmo lento fue aumentando entre beso y beso. Las manos de Micaela tomaron posesión de la espalda de Saúl, dejándola marcada con sus uñas. El movimiento era incesante y sus besos cada vez más ardientes. Los gemidos, las palabras susurradas y los crujidos de la cama eran testigos de aquel momento pasional. 

Llegó el momento cumbre, aquel en el que el placer poseía los cuerpos de los dos amantes enamorados. Ambos juntos, a la vez, llegaron al orgasmo. Hicieron el amor y cerraron ese momento con un beso. Saúl se tumbó al lado de Micaela, ambos estaban extasiados. Micaela abrazó a su esposo y se apoyó en su torso desnudo.
- Te quiero, Saúl... - susurró la chica.
- Yo también te quiero, mi vida.

domingo, 1 de diciembre de 2013

Capítulo 7.

Año 2002. Habían pasado once meses desde la muerte de Beatriz y Santiago y la marcha de Micaela con Ezequiel a Valencia. Muchas cosas habían cambiado desde entonces, pero más cambiarían a partir de ahora. Micaela estaba a punto de cumplir 19 años y había comenzado sus estudios de periodismo, siguiendo el ejemplar modelo de su padre, que logró hacerse un nombre como uno de los mejores reporteros de los periódicos locales españoles, más reconocido aún tras su muerte. Seguía viviendo con Ezequiel, que se llevó el trabajo a casa y montó su propia consulta psicólogica en el piso que alquiló tiempo atrás.

Ezequiel salió del pequeño estudio en el que recibía a sus pacientes cuando ya era casi la hora de la cena. Micaela estaba en el salón viendo Pretty Woman en la televisión mientras engullía un dulce. Ambos estaban muy cansados, ya que Micaela se pasó la tarde entera realizando un trabajo para la universidad en el que tenía que hablar sobre el tráfico de drogas y Ezequiel, como cada día, intentando analizar mentes ajenas.
- Estoy deseando acostarme - aseguró Ezequiel desperezándose.- ¿Te apetece que hagamos burritos o pedimos mejor algo de comida?
- Yo estoy demasiado agotada como para meterme ahora en la cocina y tú tienes cara de estar igual que yo - bromeó Micaela riendo.- Me ha gustado más la idea de pedir comida.
- ¡La reina de la casa manda! - exclamó Ezequiel dándole un tierno y cariñoso beso en la frente de camino al teléfono.- Por cierto, me he dado cuenta de que hace ya un mes que Saúl no viene. ¿Va algo mal?
- No, no te preocupes, Ezequiel. Con Saúl todo es maravilloso, como siempre - dijo Micaela con una dulce sonrisa jugueteando con un mechón de pelo entre sus dedos.- Sólo que no ha venido para ahorrar más y poder quedarse más tiempo la próxima vez que venga.
- Me gusta mucho ese chico, Micaela. Aunque ha dejado de estudiar, es un chico trabajador, honesto y está a la vista que te quiere y que quiere estar contigo. Creo que si tus padres lo hubiesen conocido, estarían encantados con él - afirmó Ezequiel sentándose en el sofá junto a Micaela.
La tierna sonrisa de Micaela se tornó triste y melancólica. Ezequiel la cogió de la mano y ella dejó caer su cabeza en el hombro del psicólogo. Este suspiró, abrió la boca para decir algo, pero no lo hizo.
- Los echo tanto de menos... - susurró Micaela recordando la muerte de sus padres.- Y me da tanta rabia que no hayan podido descubrir nada sobre su muerte... Me mata la incertidumbre.
- Estén donde estén, estarán orgullosos de ti, de quién eres, de cómo has seguido adelante con tu vida - dijo Ezequiel intentando animar a la chica.- Sigue mirando hacia adelante y algún día tendrás las respuestas que necesitas... La vida es así, por un motivo u otro, tarde o temprano, te da en mano las respuestas que has buscado siempre.
- ¿Te importa si te dejo solo cenando esta noche? Necesito dormir - preguntó Micaela decaída y bostezando.
- Claro que no, princesa. Vete a la cama y descansa, que ya mañana será otro día - Ezequiel le dio un beso en la mejilla a Micaela y esta se levantó del sofá, yendo a su habitación y tumbándose en la cama sin ni siquiera quitarse su bata gris.


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Un poco más lejos de allí, en Madrid, a lo largo de los once meses transcurridos, el periódico local que regentaban Santiago y Hernán, llamado antes "Valdés y Rojas" pasó a llamarse "Valdés y Bravo", y era dirigido ahora por Carla, la esposa de Hernán, y Federico Bravo, amigo del mismo. 

El periódico había alcanzado un mayor reconocimiento y prestigio tras la muerte de Santiago y algunas nuevas técnicas aportadas por Federico para aumentar las ventas. Tras la marcha de Hernán a Estados Unidos después de haber matado a Santiago y Beatriz, Carla se sentía muy sola con su marido y su hijo fuera y su mejor amiga muerta. Sin embargo, encontró un gran apoyo en su nuevo compañero, Federico, a quien Hernán le otorgó la gerencia de la redacción del periódico. Gracias al "Valdés y Bravo" y a Federico, Carla sobrevivía ante tanta soledad y aburrimiento. Sin embargo, hoy Carla estaba más feliz que nunca en los últimos meses y es que Alberto, el hijo que compartía con Hernán, volvía a casa después de tantos años estudiando en el extranjero.

Tras una junta directiva, Carla y Federico se quedan solos en la sala de reuniones hablando del regreso de Alberto. Carla se mostraba entusiasmada con el suceso y Federico compartía la felicidad de su amiga y compañera. Salieron afuera, al patio, a hablar sobre el tema.


- No quepo en mí de la felicidad, Federico - aseguró Carla entusiasmada.- ¿Sabes las ganas que tengo de abrazar a mi Alberto... Está tan mayor, tan guapo... No sé cuánto tiempo llevo esperando el momento de volver a tenerlo en casa.
 - Tiene que ser hermoso eso de tener un hijo, ¿verdad? - preguntó Federico.
- Más que hermoso, amigo... Realmente no encuentro una palabra o una definición exacta para hablar de la maternidad porque engloba demasiados sentimientos y emociones - respondió Carla pensando en la llegada del pequeño Valdés.- ¿Por qué nunca tuviste uno?
- Vaya pregunta - rió Federico, aborchonado.- Sólo me he enamorado una vez en toda mi vida, sólo una vez he querido que una mujer fuese mi eterna compañera y la madre de mis hijos... Pero era un amor imposible, un amor prohibido.
- ¿Entonces decidiste quedarte solo para siempre porque no podías olvidarla?
- Decidí quedarme solo porque no encontré ni encontraré jamás una mujer con ella... Con tantos defectos y errores que incluso hasta me encantaban - Federico alzó la vista al cielo y dejó caer una lágrima.- Nunca encontraré a nadie como ella.

Siguieron andando y llegaron a la puerta de la redacción. De pronto, un coche paró justo enfrente. Carla dio media vuelta y miró. Cuando vio que era Alberto el que se bajaba de aquel coche que iría a buscarlo al aeropuerto, Carla corrió hacia él. Federico contempló con una sonrisa como madre e hijo se reencontraban con un abrazo.
- Por fin te tengo aquí... - dijo Carla estrechando a Alberto entre sus brazos.


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- No puedo creer que Saúl no haya podido venir a mi cumpleaños... Me parece horrible de su parte.
Micaela estaba furiosa. Llevaba dos meses sin ver a su novio, era el día de su cumpleaños y la llamó para disculparse porque no iba a poder estar presente. Adriana, que había venido a visitar a su amiga, intentaba calmarla.
- Vamos a ver, cielo, entiéndelo, está trabajando, ¿qué quieres? ¿Que tire todo por la borda? A él le encantaría estar aquí, pero está trabajando para poder venirse aquí contigo - le recordó Adriana desesperada por el mal humor de su amiga.- ¿No lo entiendes?
- Claro que lo entiendo, Adri, pero yo quería que estuviese aquí conmigo, es mi segundo cumpleaños sin mis padres y quería que fuese como el anterior, con él, con Ezequiel y contigo... - dijo Micaela cabizbaja.
Entonces, se escucha la voz de Ezequiel:
- ¡Micaela, cariño, tienes una visita!

Micaela, extrañada, salió de su habitación. Mientras iba avanzando por el pasillo, sólo podía vislumbrar la imagen de Ezequiel mirándola sonriente. La chica estaba en ascuas hasta que llegó al salón y se encontró a Saúl, cargado de maletas.
- Aquí tienes tu regalo de cumpleaños - dijo Saúl con su encantadora y atractiva sonrisa.
Micaela, llorando, se abrazó al chico, al que no esperaba ver y menos con tantas maletas. Sujetándola suavemente por la cabeza, la besó intensamente, superponiendo un labio encima del otro, inundando con sus lenguas los recovecos más escondidos de sus bocas.
- ¿Por cuánto tiempo te vas a quedar? - preguntó Micaela sorprendida y feliz.
- Indefinidamente - contestó Saúl. Micaela no salía de su asombro. Ezequiel y Adriana estaban felices de ver a Micaela dibujando esa sonrisa tan sincera que se borró tiempo atrás.- Ezequiel me dijo que me podía conseguir un trabajo de camarero en un bar de un amigo suyo, ya se ha acordado todo, he alquilado un piso y podemos irnos allí juntos cuando tú quieras.
- ¿Estoy soñando?
- No puedes estar soñando porque tú eres mi sueño, Micaela Rojas.

Los chicos se volvieron a besar. Estaban tan enamorados que no podían vivir el uno sin el otro. Para Micaela, Saúl se había convertido en el chico con el que le gustaría formar una familia y envejecer, y para Saúl, Micaela había llegado a ser el gran amor de su vida también. Parecía que nada podía separarlos... Si la distancia no pudo acabar con este amor tan grande entre los dos, nada ni nadie podrá hacerlo, sólo la muerte.

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Mientras tanto, en Houston (Estados Unidos), Hernán hacía un año como residente americano. Tras algunas visitas a un especialista y algún que otro medicamento, Hernán consiguió borrar de su cabeza la imagen de Beatriz y Santiago atormentándolo. Para la policía, Hernán se había marchado del país en busca de una mejor suerte en los negocios tras haber dejado el periódico y, sin embargo, fue así, su suerte cambió para bien. Invirtió en bolsa y compró acciones de una empresa de energía eólica japonesa, que lo llevó a tener grandes beneficios y poder convertirse en el dueño de un lujoso hotel situado en Manhattan, que administraba a la distancia. En algunos momentos, Micaela estaba presente en él, pero parecía que su obsesión fue menguándose. Llamaba en alguna ocasión a Carla y Federico para saber el estado del periódico, satisfecho de saber que a su regreso el éxito de este subiría como la espuma con todos los contactos a los que tenía acceso ahora y con toda la riqueza que estaba en sus manos.



Era de noche y no había mucha gente en la calle. Hernán decidió coger el atajo de cada día camino a su apartamento. Aunque estaba más oscuro y era más solitario, llegaba más rápido a casa. En este día, mientras recorría la misma travesía de siempre, escuchó a una mujer gritando. Siguiendo los gritos, Hernán se orientó y fue al lugar donde procedían. Encontró a una joven extranjera, morena y bronceada, con unos hermosos ojos verdes y con unas curvas exuberantes que no tenían nada que envidiar a su bello rostro. La chica estaba herida, tenía un pequeño corte en el brazo y estaba tirada en el suelo. Hernán la ayudó a levantarse.
- Señorita, ¿está bien? - preguntó Hernán. Aunque sabe perfectamente hablar inglés, por la situación ni lo pensó dos veces y habló en español.
- Un ladrón me ha atacado y se ha llevado mi bolso, pero estoy bien, sólo que me duele un poco el brazo y las piernas... - contestó la chica también en español pero con un destacado acento ruso.- Me llamo Katia, Katia Vasilieva.
- Un placer, señorita Vasilieva. ¿Quiere pasar a mi apartamento para curarse la herida, tomar un café, un té...? - preguntó Hernán dirigiendo sus ojos al seductor escote de Katia.- Perdona, me llamo Hernán Valdés.
- El placer es mío, señor Valdés. No quisiera molestarlo, no es necesario, vivo a seis manzanas de aquí, aunque me da algo de miedo ir sola... - admitió Katia con cierto tono coqueto.
- La acompañaré y luego me volveré a mi apartamento. No pienso dejar que vaya sola después de lo que le ha pasado - dijo Hernán. Le ofreció su brazo para agarrarse.- ¿Vamos?
Katia asintió, asió el brazo de Hernán y comenzaron a andar al frente. Tuvieron una conversación muy amena en la que hablaron de sus trabajos.
- Trabajo en una joyería. Mi marido es el dueño, pero él está en Rusia, y siempre tenemos de clientes a personajes muy importantes. Mi punto fuerte es la persuasión, puede ser tan persuasiva que soy capaz de convencer a un cliente de comprar tres joyas cuando sólo tenía pensada comprar una - rió Katia divertida.
- Vaya, así que usted es una mujer muy manipuladora - bromeó Hernán sin dejar de mirar el atractivo cuerpo de su nueva amiga.- ¿Es aquí?
- Sí, aquí es, hemos llegado. No sé como agradecérselo, de verdad, quién sabe lo que podría haberme pasado si hubiera venido hasta aquí yo sola. ¿Hay algo que pueda hacer por usted? - preguntó Katia.
Hernán sacó una tarjeta del bolsillo de la chaqueta, cogió la mano de Katia, puso la tarjeta sobre ella y se la cerró.
- Llámeme y la invitaré a tomar algo - Hernán le guiñó el ojo y la chica sonrió ruborizada.
- Lo haré.

Katia entró en su piso y Hernán tomó el camino de vuelta a casa. Desde la ventana, Katia observó como Hernán se alejaba mientras marcaba un número en su móvil. El aire inocente, lozano y fresco de su cara se tornó maligno y misterioso.
- Vladimir, es nuestro hombre... Después de tanto tiempo espiándolo, estoy segura de que es nuestra mejor opción para poner en marcha todo.