sábado, 2 de noviembre de 2013

Capítulo 2.

Estaba entre sus brazos. Ambos se movían frenéticamente, sus cuerpos se resbalaban uno con otro lubricados por el sudor que les producía aquel ataque frenético de pasión. Hernán la sujetaba con fuerza y manejaba su cuerpo a su antojo. Ella disfrutaba, suspiraba de placer, entusiasmándolo a él, que comprobaba que, una vez más, la dejaba satisfecha después de llegar a la cima. Hernán encendió un cigarrillo y le ofreció otro a ella. Su acompañante lo rechazó y se lo agradeció con un beso mientras colocaba la mano en su tupido torso.
- Me tienes loco, Beatriz - aseguró Hernán.- Estoy completamente loco por tu boca, por tu piel, por tus pechos, por tus manos... Haría cualquier cosa por tenerte en mi cama a todas horas cada día.
- Ya falta menos para que eso sea posible, mi amor - la pelirroja dibujaba círculos leves con la yema de su dedo índice en su busto mientras hablaba.- Está todo planeado para que salga a la perfección.
- ¿Qué crees que hará Micaela? - preguntó Hernán intrigado.
- No hay otra forma de traernos a Micaela con nosotros que engañándola - afirmó Beatriz.- Ella adora a Santiago y cuando sepa lo que hay entre tú y yo, me odiará y querrá quedarse con él. No quiero perder a mi hija, Hernán. Ella es mi vida.
- Pensaba que yo era tu vida... - dijo Hernán algo molesto.
- Son amores distintos, cariño. El amor de una madre es incomparable, no se puede relacionar con ninguna otra cosa - sus ojos se llenaron de un brillo especial que dejaba ver lo que significaba Micaela para ella.- No podría vivir sin ella.
Hernán se incoporó y acudió a la cómoda, abriendo el primer cajón. De él, sacó tres billetes de avión dirigidos a California. Hernán sonrió maliciosamente creyendo que su amante no lo veía, pero su imagen quedaba reflejada en el espejo. Beatriz quedó extrañada por aquella expresión.
- ¿Hernán? Te noto raro...
- Raro no, feliz, mi amor, muy feliz. Después de tantos años viéndonos a escondidas en esta habitación de mala muerte, después de hacer todo en secreto, clandestinamente... Vamos a escaparnos juntos y con tu hija, que sabes que la quiero como si yo fuera su propio padre - garantizó Hernán aparentemente emocionado.- Ojalá lo fuera yo...
- No quiero hablar de eso - replicó Beatriz molesta.- Sabes que no me gusta hablar sobre el padre de mi hija, te lo he dicho cientos de veces. Sabes que me jode y tú sigues sacando el tema sin más.
- No iba a hablar de él, sólo estaba diciendo que yo debería ser el padre de esa niña tan hermosa que se parece tanto a ti - se acerca a ella y la besa dulcemente, relajándola.- Sólo una semana y el pasado quedará atrás... Ahora tú y Micaela seréis mi futuro.
- ¿Y Alberto? - preguntó Beatriz.
- Seguirá en Inglaterra hasta que finalice Bachillerato, después será mayor de edad y libre de hacer lo que quiera con su vida - contestó Hernán, besándola de nuevo.- Quiero hacerte el amor otra vez, nunca me canso de acostarme contigo y de hacerte mía.
- Sabes que mi cuerpo te pertenece y puedes hacer con él todo lo que quieras. Siempre has sido mi dueño y siempre lo serás.
Acto seguido, comenzaron a besarse otra vez, dando paso a la lujuria y al deseo que los acompañaba. Aquella habitación con poco adorno pero cálida y acogedora, se tornó aún más ardiente y caldeada cuando los dos inquilinos que estaban dentro de ella volvieron a bailar al son del sexo y el amor.

Aquella noche de Octubre tenía cierto toque mágico del que Micaela y Saúl tomaron partido. Era luna llena, las estrellas brillaban en la alto y no había una sola nube. Madrid estaba en una de sus noches más preciosas del año. Saúl tenía un coche de segunda mano que consiguió fácilmente, una ganga. Era de color añil y las llantas estaban algo desgastadas y apenas lo usaba, pero esta era una ocasión especial.
Recogió a Micaela a las 22.00 horas en la puerta de su casa, era la primera vez que quedaban juntos. Saúl iba con unos vaqueros algo ajustados, un polo blanco con rayas grises y con pelo bien peinado, como siempre. Micaela iba también con vaqueros pero de color negro y una camiseta verde-manzana con una representación de la Torre Eiffel algo artística y original en el centro. Nada más sentarse en el asiento del copiloto, Saúl sacó una venda de la guantera del coche.
-¿Para qué se supone qué es esto? - preguntó Micaela confundida.
- Tú sólo ponte el cinturón, ponte la venda en los ojos, abre la ventanilla y déjate llevar - le pidió dulcemente Saúl recolocando un mechón de su cabello pelirrojo detrás de la oreja.- Disfruta del viaje y confía en mí.
Micaela sonrió con ternura e hizo todo lo que Saúl le pidió con gusto y con tranquilidad. Saúl la miraba de reojo mientras lo hacía con entusiasmo. Micaela sacó la mano por la ventanilla y notó el viento acariciando sus dedos mientras en la radio sonaba una canción que no había escuchado antes pero le encantaba.
- Ya hemos llegado - le dijo Saúl rompiendo el silencio que se produjo desde que él habló por última vez.
- ¿Puedo quitarme la venda ya? - preguntó Micaela divertida.
- ¡No, no! - rió Saúl aparcando el coche.- Quítate sólo el cinturón y espera a que te ayude a bajar del coche. No te la quites hasta que yo te lo diga, por favor.
Saúl salió del coche, abrió la puerta de Micaela y la agarró de la mano. Micaela se incorporó lentamente y salió. Se encontraban en un descampado rodeado de luciérnagas, donde se veían millones de estrellas más que en la ciudad y la Luna parecía estar a metros. Saúl se colocó tras ella y le quitó la venda lentamente. Micaela miró a su alrededor alucinada. 
- Es precioso... - dijo con la voz entrecortada.
- No tanto como tú, pelirroja - afirmó Saúl abrazándola por la cintura desde detrás.- Te he traído aquí para que veas las estrellas y las cuentes.
- ¿Contarlas? - Micaela rió ya que no sabía a que venía semejante sinsentido.- ¿Para qué quieres que cuente las estrellas?
- Es la única forma que tienes que saber todos los besos que te quiero dar, los detalles que quiero tener contigo, los años que me gustaría pasar junto a ti y las veces que te haría el amor en cualquier rincón del mundo.
Micaela respiró profundamente mientras se daba la vuelta tranquilamente y besó a Saúl. Era la primera vez que lo hacía ella. Siempre era el apuesto chico el que la besaba en el momento más inesperado pero, esta vez, fue ella la que sintió la necesidad de sentir que eran uno solo. 
- ¿Sabes que es la primera vez que siento algo así por alguien en toda mi vida? Necesito verte cerca cada día, necesito abrazarte y tenerte pegadita a mí y recordarte a cada momento lo perfecta y fantástica que eres. Te necesito, Micaela, y sé que somos jóvenes, que estas cosas no suelen durar y que no vamos a casarnos ni a formar una familia ni nada eso, pero también sé que ahora mismo quiero que estés en mi día a día, que hace tres semanas que te conocí y no he dejado de pensar en ti ni un sólo segundo - le confesó Saúl.- ¿Quieres salir conmigo formalmente?
Los ojos de Micaela se tornaron casi tan brillantes como el que desprendían las estrellas. Intentó hablar pero ni siquiera su boca era capaz de abrirse. Asintió con la cabeza con una media sonrisa y Saúl le dio un largo beso en mitad del corrillo de luciérnagas.

***************


Habían pasado seis días desde aquella fascinante noche estrellada. Nadie se imaginaba que un día más tarde, todo cambiaría para siempre. Micaela y Saúl cenaban relajadamente en una pizzería mientras Santiago recorría la Gran Vía y Callao en coche dirigiéndose hacia la que se convirtió en su nueva casa hace casi un mes. En los asientos traseros, se podía observar una caja de bombones y un ramo de doce rosas, seis de ellas rojas y las otras seis de color lavanda, con una tarjeta que Santiago había comprado hace apenas unos minutos, cuando salió de la empresa en la que él y Hernán trabajaban juntos. 
Cuando Santiago entró en su casa, se encontró con Beatriz sentada en el sofá tomando un té verde y viendo un programa en la televisión. Beatriz vio a su esposo acercarse lentamente con el ramo de rosas en la mano hacia ella. Una pequeña y delicada sonrisa fue delineada en su juvenil rostro, una sonrisa que fue apagándose a medida que Santiago empezó a hablar, una sonrisa borrada por los remordimientos y la culpabilidad.
- ¿Sabes? Cuando estaba en el trabajo empecé a buscar el significado de las flores más conocidas y cuando leí lo que significaban las rosas rojas y las de color lavanda quise comprarte algunas - relató Santiago poniéndose de frente.- Las rojas te las doy porque que te amo, por el amor tan profundo que siento hacia ti, Beatriz, y las lavanda porque ese amor está en mí desde el primer día en que te vi, porque lo que pasó entre tú y yo fue amor a primera vista.
Santiago estiró las manos, cediéndole el ramo a Beatriz, que tenía la cara cubierta de lágrimas. Cogió el ramo y olió las rosas. Al tenerlo más cerca, vio en el centro, algo escondidos, un crisantemo de color negro. Beatriz lo observó y miró a Santiago. Este entendió que su esposa quería saber el significado del crisantemo.
- Simboliza la lealtad, la verdad... Es el eje, foco, núcleo o como quieras llamarlo de una relación. Y está ahí para demostrarte que el pasado está olvidado, que lo he dejado atrás y que ahora sólo me importa pasar el resto de mis días contigo.
El dolor que invadió a Beatriz en ese instante era incomparable. Se sentía tan mal como nunca antes lo había hecho. Se levantó y abrazo a Santiago con fuerza llorando a cántaros.
- Perdóname, por favor, perdóname - le suplicó Beatriz sollozando.
- No tengo nada que perdonarte, mi vida. Ya te he dicho que no me importa el pasado, sólo quiero un futuro así, abrazado a ti. Te quiero, Beatriz.

Unas horas más tarde, Beatriz esperó a que Micaela llegara a casa y a que Santiago cayera dormido para levantarse y ponerse una bata de piel que abrigaba lo necesario. En sigilo y en extremo silencio, salió de la casa y bajó las escaleras hasta llegar a la puerta de la calle. Allí, fumándose un cigarro, la esperaba Hernán.
- ¿Tan importante es de lo que querías hablar como para hacerme venir aquí a altas horas de la madrugada? - preguntó Hernán preocupado.- Me tienes en ascuas, Beatriz.
- Hernán, necesitaba hablar contigo... - dijo ella vacilante.- Quiero que cancelemos nuestro plan.
- ¡¿Cómo?! ¿¡Te has vuelto loca?! - exclamó Hernán furioso. Su rostro se volvió totalmente distinto al que Beatriz había contemplado durante años. Hernán la agarró del brazo con fuerza, hundiendo sus dedos en la carne de ella.- ¡¿Te crees que esto es un puto juego o qué?! ¡Dime! ¡¿Te crees que esto es un puñetero y jodido juego en el que puedes hacer lo que te dé la gana?!
- Hernán, no grites, por favor, no hagas un escándalo y suéltame el brazo, hablemos esto tranquilamente - le rogó Beatriz tiritando de miedo.
Hernán sacó una pistola del bolsillo y apuntó a Beatriz directamente al estómago. El horror se apoderó de ella. Un cúmulo de sentimientos compuesto, entre otros, por el miedo, la decepción y la sorpresa la dominaba mientras Hernán la hacía entrar en el portal empujándola con la pistola completamente pegada a ella. Beatriz comenzó marearse, su piel estaba emblanquecida y tenía muchísimo frío a pesar de estar bien abrigada. 
- Hernán, ¿qué estás haciendo? - preguntó Beatriz tartamudeando.
- ¿Crees que te quiero? ¿Crees que con quien quiero irme es contigo? ¿Crees que todo esto lo hago por ti, por nosotros? Pues déjame decirte, mi amor, que si te crees eso eres una completa imbécil - reveló Hernán. Beatriz cada vez estaba más dolida y sorprendida.- Estoy loco por Micaela desde que tenía cuatro años, desde que jugaba con Alberto en el jardín. ¡Estoy loco por ella! ¡¿Entiendes?! ¡Loco!
Beatriz abrió los ojos de par en par y, cegada por la cólera y el amor que se convirtió en repugnancia hacia Hernán, comenzó a gritar mientras intentaba quitarle la pistola, comenzando un forcejeo por ella.
- ¡Claro que estás loco, hijo de puta! ¡Eres un enfermo! - Beatriz estaba terriblemente furiosa por lo que acababa de admitirle Hernán, estaba realmente lastimada.- ¡¿Qué le has hecho a mi hija, cabrón?! ¡¿Qué le has hecho?!
Hernán consiguió quitarle la pistola a Beatriz y la empujó, tirándola al suelo. Desde abajo, Beatriz lo miraba como si tuviera ganas de matarlo.
- Aún no le he hecho nada, pero está en tu mano que eso siga así... - dijo Hernán apuntándola de nuevo con la pistola, esta vez a la cabeza.- Levántate.
Beatriz le hizo caso y se incorporó poco a poco, intentando reprimir sus ganas de despedazarlo entre lágrimas. 
- Micaela, tú y yo saldremos de aquí mañana a la hora acordada. Te pagaré una mensualidad para que puedas mantenerte viviendo donde tú quieras, tu marido será el único dueño de "Valdés y Rojas" aquí en Madrid y Micaela se quedará conmigo - afirmó Hernán muy seguro de sí mismo.- Si intentas algo en contra de mí, si me delatas, si tratas de hacer que mi plan salga mal, Micaela, Santiago y tú moriréis de la peor forma que te puedes imaginar.
Sonrió. Aquella sonrisa que hacía feliz a Beatriz se convirtió en una pesadilla para ella. Mañana era el día, mañana era el día en el que debía tomar una decisión, pensar algo, dejar a su familia a salvo... Y sólo se le ocurría una. Tras un beso forzoso que le hizo sentir asco, Hernán volvió a su coche y se marchó. Beatriz, cada vez más derrotada y hundida, se dejó caer en el suelo y comenzó a derramar lágrimas sin descanso.

3 comentarios:

  1. Wauuuu, que final más intenso... que bonito el pasaje de Saul y Micaela, me encantó

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    1. Me alegra mucho que te haya gustado, no sabes cuánto me alegra :D

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