miércoles, 20 de noviembre de 2013

Capítulo 5.

Micaela llegó a casa. No había nadie. Le parecía raro porque a esta hora ya sus padres solían estar en casa. Se fija en que faltan las llaves de los dos coches. En cualquier otro día le habría dado igual, pero en este, después de ese mal presentimiento, estaba muy preocupada. Miró por la ventana para ver si Saúl seguía allí para pedirle que subiera y le hiciera compañía, pero ya se había ido. Fue al teléfono y marcó el número de su madre. Apagado... Marcó el de Santiago y apagado también... Estaba intranquila. Decidió llamar a Hernán, quizás él sabía algo sobre el paradero de sus padres.

Hernán estaba histérico, sudando, temblando... Tenía sangre en la cara, tres cadáveres a su alrededor, entre ellos los de Santiago y Beatriz. Hernán se adueñó de los móviles de sus tres víctimas, de la pistola de Enrique y de la suya. Acababa de volver de afuera, había ido al coche a buscar un bidón de gasolina y lo tenía en la última escalera que llevaba al sótano. Regó la gasolina por todo el lugar, por el suelo, por encima de Beatriz, de Santiago, de Enrique, por las paredes...  Cerró la ventana que había en la pared norte y fue hasta la escalera. Una vez allí, lanzó el bidón dentro del sótano, encendió una cerilla y la arrojó al suelo. Hernán se dirigió a toda prisa hasta su coche sin percatarse, gracias a la oscuridad, de que, al otro lado del polígono, un hombre esperaba en su vehículo a que Hernán se fuera cuando empezó a ver humo y a oler a quemado. El hombre salió a la velocidad de la luz del coche y comenzó a gritar el nombre de Beatriz.

La desesperación se apoderó de Micaela. Hernán no le contestaba, sus padres tenían los móviles apagados, no estaban en casa, se habían llevado los coches... Ahora llamó a Carla, la esposa de Hernán y mejor amiga de su madre. Esta sí que le contestó.
- ¿Sí? - dijo Carla contestando al teléfono.
- Carla, soy yo, Micaela, ¿estás con mis padres? - preguntó Micaela impaciente por su respuesta.
- No, cariño, hoy no los he visto a ninguno de los dos en todo el día y llevo desde antes de ayer sin hablar con tu madre - respondió Carla.- ¿Necesitas algo, mi vida?
- No, sólo que estoy preocupada, porque no están en casa, no están las llaves de los coches y tienen el móvil apagado - explicó Micaela, suspirando.
- ¿Has llamado a Hernán? Puede que estén con él, yo es que estoy enferma, cariño, he pillado la gripe y estoy en mi mundo, no salgo ni sé nada de nada más allá de las cuatro paredes de mi habitación - comentó Carla antes de estornudar desde la calidez de su cama.
- Sí, lo he llamado pero no contesta...
- No te preocupes, cielo. Espéralos un poco más, quizás les ha surgido algo. Si ves que tardan mucho, llámame y le digo a Hernán que te vaya a recoger y nos vamos los tres a buscarlos, ¿vale? ¿Quieres que te pida algo de comida? - Carla le tenía mucho cariño a Micaela, la había visto crecer, era como la hija que necesitaba para cubrir el vacío de tener a Alberto lejos por decisión de Hernán.
- No, no, gracias, Carla, aquí tengo una pizza. La meteré en el horno y listo, no te molestes - dijo Micaela débilmente.
- Como quieras, cariño. Llámame si necesitas algo, un beso.

Habían pasado 25 minutos desde que Hernán había huido del polígono y Micaela había llegado a casa. El malvado hombre ya había llegado a su destino, a El Pardo, una población madrileña de poco más de 3.500 habitantes. Eran las 22.46 horas, todo estaba oscuro y nadie advirtió su presencia. Entre los bosques del pueblo, Hernán encontró el lugar oportuno. Se topó con un árbol frondoso y grande, pero delgado donde realizó una marca con una navaja que llevaba en el bolsillo de su chaqueta, marcando una "H". De repente, oyó unos arbustos moverse y el aullido de un lobo. Se le pusieron los pelos de punta y se dio la vuelta rápidamente... Tan sólo era el viento agitando la vegetación del lugar. Se arrodilló en el suelo y comenzó a cavar un hoyo con sus propias manos. De nuevo, escuchó como los matorrales se zarandeaban. Volvió a mirar, pero esta vez, su rostro tomó un aspecto cadavérico. Allí estaba, frente a él, Santiago Rojas, su amigo, con su camisa blanca llena de sangre, que también fluía de su boca. Santiago sonrió perversamente y Hernán frotó sus ojos. Cuando volvió a mirar, ya no estaba. Quería terminar e irse de allí cuanto antes, así que siguió cavando hasta encontrar la profundidad adecuada. Allí, en el boquete, depositó las dos pistolas y los móviles de los muertos que había dejado atrás y que estaban inservibles. Mientras cerraba el agujero, escuchó una tenue y maléfica risa de mujer en su oído. Miró de reojo a su derecha y descubrió a Beatriz al lado riéndose. Hernán quedó inerte y estaba pálido.
- Vas a pagar todas y cada una de tus maldades... Arderás en las llamas del infierno - aseguró la aparición de Beatriz. Esta reía y reía, haciando vibrar todas y cada una de las plantas del lugar. Hernán gritó, atemorizado. No aguantó más y huyó, tomando el camino a casa.

Micaela le había mandando un mensaje a Saúl pidiendo que fuera a su casa. Este fue enseguida y estaba allí, acompañándola. Los dos estaban sentados en el sofá, tapados con una manta y Micaela tenía la cabeza apoyada en el pecho de su novio. Saúl acariciaba su pelo mientras miraban la tele. No sabía nada de Beatriz ni Santiago desde esa misma mañana y estaba desesperada.

Al polígono llegaron la policía y los bomberos. Sólo pudieron rescatar parte del cuerpo de Santiago. Los bomberos, tras apagar el fuego, se marcharon y, en ese momento, llegó la ambulancia para recoger el cuerpo sin vida de Santiago. Dos agentes de policía comenzaron a hacer preguntas al hombre que estaba también allí.
- ¿Quién es usted y qué hacía por aquí? - preguntó uno de los agentes sacando una libreta y un lápiz.
- Me llamo Ezequiel Camargo, soy amigo de la familia - contestó afectado por la situación.- Soy el psicólogo de Beatriz Rojas desde hace muchos años y ella me llamó pidiéndome que viniera aquí.
- ¿Qué le llamó para venir aquí? ¿Para qué? - el policía continuó su interrogatorio.
- Temía por su vida. Venía a verse con un hombre, que según ella, era muy peligroso y me pidió que viniera a ayudarla - explicó Ezequiel.- Cuando vine, todo estaba ardiendo. Entré rápido, pero sólo pude sacar el cuerpo de Santiago... El de Beatriz y el del otro hombre estaban atrapados por algunas tejas de madera y no pude hacer nada.
- ¿Conocía al otro hombre? ¿Era el hombre peligroso que su paciente le mencionó? ¿Qué hacía Santiago Rojas?
- No lo conozco de nada y no sé a qué hombre se refería la señora Rojas. En cuanto a la presencia de Santiago, no tengo la menor idea... - reconoció Ezequiel, que seguía muy afligido por todo.- No sé nada más agentes, pero si necesitan algo más, aquí tienen mi tarjeta.
- Le llamaremos para realizar un seguimiento de sus llamadas. Y si es posible, no se vaya de la ciudad - pidió el otro agente con tono autoritario.
- ¿Acaso soy sospechoso? - preguntó Ezequiel riendo molesto.
- Eso no es una pregunta que usted deba hacer.
Ezequiel le dio su tarjeta al agente y les dio la espalda, con una mezcla de sentimientos que no le dejaban siquiera respirar en paz... Tristeza, impotencia, rabia... Miró atrás, donde estaba antes esperando a que Hernán se fuera y vio que su coche ya no estaba allí. Con una tranquilidad extraña y misteriosa, cogió su móvil y llamó a la central madrileña de taxis para pedir uno.



El timbre sonó. Micaela no espero ni un segundo antes de levantarse y dirigirse a la puerta sin vacilar. Su confusión fue a más cuando, quien llamaba a su puerta, era un completo desconocido. ¿Qué estaba pasando? Estaba siendo un día tan raro para ella...
- Hola, Micaela. Supongo que no me conocerás, me llamo Ezequiel... - estaba nervioso. No sabía cómo actuar, qué decir... Se parecía tanto a Beatriz y todo era tan reciente.- Soy un amigo de tu madre.
- ¿Un amigo de mi madre? ¿Está contigo? - preguntó Micaela impaciente por encontrarse con sus progenitores.- ¿Has visto a mi padre?
- Micaela... Tengo algo que contarte...
Saúl, desde el sofá, escuchó a Micaela llorar. Fue allí, quería saber qué estaba pasando para que su pelirroja llorase. Micaela estaba abrazada a Ezequiel, que se contenía por no explotar y seguir a la chica en su llanto. Micaela empujó al psicólogo, Saúl quiso preguntar qué pasaba, pero también lo empujó a él. La noticia fue un veneno que la estaba devorando interiormente. Gritaba, una y otra vez, gritaba sin parar, llamando a su padre y a su madre, llamándolos a voces, tirando todo al suelo. Sus manos eran como demoledoras que arrasaban con todo a su paso... Los jarrones, las vajillas, todos los libros... El suelo estaba repleto de todo aquello que estaba perfectamente ordenado. Saúl no aguantó más y fue a ella. Le agarró los brazos.
- ¡Micaela, para! ¡Para! - exigió él a punto de llorar por ver a la chica en tan tremenda situación.
- ¡No están! ¡No están, Saúl! ¡¿No entiendes?! ¡Se han ido! ¡Se han ido y no voy a volver a verlos! ¡No están!
Micaela se soltó... Se derrumbó.en el suelo. Intentaba respirar lentamente, pero no podía.... Dirigió sus ojos al techo pero sin ver nada que no fuera la imagen de Beatriz, Santiago y ella juntos. Recordó lo que significaban para ella. Sólo quería verlos, verlos una última vez, abrazarlos... No podía hablar, no podía gritar más, ni decir nada... Sólo lloraba, lloraba y lloraba mientras todo lo que quería decir se rompía en sus dientes, sin salir a relucir. Una lágrima asomó en cada ojo de Saúl... Ezequiel posó su mano sobre el hombro del chico. Ni los años de experiencia ni de estudio eran útiles para Ezequiel en ese momento, ya que él, por una razón u otra, también estaba destrozado.

7 comentarios:

  1. Ayyy Josh, qué capitulazo!!! Felicidades por lo bien escrito que está, me he emocionado mucho. A ver que pasa con Micaela ahora. Besos

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    1. Muchas gracias, Anele :) Ahora el protagonismo principal en los siguientes capítulos será de Micaela y Saúl :)

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  2. exelente me ha encantado. sigue asi!! que intrigante historia.

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  3. Me encanto !!!! <--- creo que con eso digo todo lo que pasa por mi mente hehehehe

    un besazo !!!!!!!!!!

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  4. Muchísimas gracias a las dos :) un beso!

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  5. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  6. Josh, me encanta como te expresas joio. Lo haces super bien y aunque tu me digas que te tengo abandonado no es así. No puedo hacerte ninguna crítica porque lo haces todo perfecto y con originalidad y eso me gusta. La historia ya se pone super mega interesante. :)

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